viernes, 6 de diciembre de 2019

Es necesario reducir la jornada laboral


No hay trabajo para todos. En esta sociedad posindustrial no hay trabajo para todos. Las tasas de paro están disparadas. España 13,8%, Italia 9,5%, Grecia 16,9%, Zona euro 7,4%,
Paro es sinónimo de desempleo. Desempleado o parado es aquel trabajador que, deseando trabajar, no tiene empleo. Por lo tanto, los desempleados o parados de un país son aquellos que tienen edad, capacidad y deseo de trabajar (población activa) pero carecen de un puesto de trabajo.
La teoría keynesiana, señala que la principal causa del desempleo se debe a que la cantidad de trabajadores que las empresas están dispuestas a contratar está en función de la cantidad de bienes y servicios que esperan vender, y del precio de estos. Cuando la demanda no es suficiente, las empresas prescinden de trabajadores, generando así desempleo.
Las causas de que la demanda no sea suficiente son múltiples, produciendo como consecuencia distintos tipos de desempleo (cíclico, estructural, friccional y monetario). Además existe el desempleo tecnológico que se origina cuando hay cambios en los procesos productivos que hacen que las habilidades de los trabajadores no sean útiles
Esto nos dice que existe un modelo capitalista que busca generar riqueza por medio de ingresos que generan sus trabajadores.
Las nuevas tecnologías, en concreto derivadas del aumento de la automatización y del avance de la inteligencia artificial, están sustituyendo empleos a mayor ritmo que los que somos capaces de crear. La era digital está permitiendo que trabajos que eran desempeñados por cientos o miles de personas, puedan realizarse ya por unos pocos.
La sustitución de puestos de trabajo por máquinas ha estado sucediendo continuamente desde la Revolución Industrial, pero se espera que se acelere significativamente en los próximos 10 o 20 años”, dijo el profesor Johannes Moenius, director de ISEA
Existen, sin embargo, dos diferencias fundamentales respecto al pasado:
  1. Actualmente, las tecnologías digitales están sustituyendo empleos a mayor ritmo que el de creación de nuevos empleos. En otras palabras, a nivel global, está aumentando el desempleo.
  2. La inteligencia artificial tiene el potencial de sustituir (o cambiar de forma extrema) casi cualquier empleo, por lo que no sólo los trabajos de menor valor son sustituidos por la tecnología (como suele hacer ésta), sino también trabajos altamente cualificados.
En el MIT creen que puede ser posible que la actual tendencia nos lleve a un 80% de gente sin trabajar en un futuro algo indeterminado. Imaginaos que, con el mismo nivel de vida actual, sólo 2 de cada 10 personas tengan que trabajar. Nuestra sociedad cambiaría totalmente.
Ante este escenario solo cabe un camino: repartir el trabajo existente.
El trabajo es un bien social y por tanto debe de ser compartido entre los que vivimos en la sociedad.
No debemos olvidar que el desempleo se produce cuando la persona desempleada desee trabajar y acepta los salarios actuales que se estén pagando en un momento dado.
¿Y cómo compartimos el trabajo? Pues como se ha hecho en anteriores ocasiones: rebajando la jornada laboral. Actualmente las jornadas laborales están en torno a las 40 horas de trabajo semanal por reducciones producidas después del Tratado de Versalles de 1919, la Conferencia de Washington de la Organización Internacional del Trabajo del mismo año y la Directiva Europea de 2003. Reducciones producidas a causa del aumento de la productividad. Aunque también se podría decir que la jornada laboral ha crecido, si se consideran las unidades familiares donde se ha pasado de un trabajador a dos trabajadores (habitualmente los dos miembros de la pareja o matrimonio) creando la problemática de conjugar vida laboral y familiar; y este crecimiento a su vez ha incrementado el desempleo.
Sin embargo todavía al menos el 20 por ciento de la fuerza laboral de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Japón trabaja 50 horas o más a la semana, mientras que en la mayoría de los países europeos tal proporción no llega al 10 por ciento e incluso se reduce.
Así que esas jornadas laborales de 40 horas semanales (y con más razón las que sean más elevadas), se deben de reducir a 30 horas semanales, o a 20. Ello conllevaría que las empresas para mantener su producción tendrán que incrementar el número de sus trabajadores, reduciendo por tanto la tasa de desempleados.
No todo será del color rosa para los trabajadores, pues al mismo tiempo que se reduce su jornada laboral también deberá ser reducido su sueldo o salario de forma proporcional. No!, no se alarmen. Esa reducción proporcional será sobre los costes brutos del trabajador (sueldo bruto –con retención-, seguridad social por parte del empresario, y otros).
La disminución del paro y por tanto el paso de personas de la situación de estar cobrando de los recursos del estado (cobro prestación del paro, RGI o similar) pasaría a la situación de ser aportadores netos a las arcas del estado, con el resultado necesario de disminución generalizada de la presión fiscal. Lo que conllevaría sin duda a que los sueldos netos de los trabajadores no se redujesen en la proporción de su reducción de jornada sino en una proporción mitad.
Todos debemos tener en cuenta que para seguir en la sociedad del bienestar, será necesario que todos contribuyamos y por este orden: empresarios, estado y trabajadores.
¿Por qué pongo a los empresarios primero? Porque ellos deberían ser los más interesados (no se les nota de momento) en que continúe la sociedad del bienestar, la cual es la que genera la demanda de sus productos, y además los puede pagar y por tanto comprar. Sin esa sociedad del bienestar cualquier fabricación de productos se hunde, y todo negocio fracasa.
Cualquier otro camino que no sea el descrito conducirá a la corta o a largo plazo a la revolución social. No es posible mantener importantes núcleos de población alejados del mundo del trabajo, sin ninguna actividad, recibiendo a modo de limosna lo que se les ocurra dar a los políticos cuyo horizonte solo es el de las próximas elecciones.

1 comentario:

  1. El anónimo autor de este texto pone el foco en uno de los asuntos centrales de nuestro momento histórico. De la importancia de la que tienen temas como el cambio climático o la repartición mundial de la riqueza (o la pobreza), por no poner más que un par de ejemplos.
    Porque, sin querer ser exhaustivo:
    . el trabajo ocupa en nuestra rutina el mayor porcentaje de tiempo, sólo comparable con el que utilizamos en dormir;
    . el trabajo ha sido el objetivo final de todo el tiempo dedicado a nuestra preparación: educación obligatoria de los 3 a los 16 años, educación postobligatoria;...
    . el trabajo nos sitúa personal y socialmente: "somos" electricistas, no "trabajamos" como electricistas.
    ¿Y si el trabajo empieza a ser una actividad menor en nuestro día a día?
    ¿Y si no hay que estudiar?
    ¿Qué voy a ser y cómo me va a conocer mi entorno?
    Es una gran tema, un temazo. De los que requieren YA profundas e importantes reflexiones.
    De los que llenarían muy bien unas jornadas intergeneracionales en la universidad.
    Acabo el comentario para no alargarme más:
    El anónimo autor del texto comete, a mi modo de ver, un serio error de apreciación cuando dice que el sueldo, como el trabajo, sería menor.
    Rl sueldo depende de la productividad del trabajo, no de las horas que se invierten en él (salvo en determinados oficios y servicios). En la parte de historia que me ha tocado vivir nunca ha sido así. Más bien, los convenios han ido estableciendo progresivamente, y al mismo tiempo, disminuciones en las horas anuales de trabajo y subidas del salario.
    Creo que esta vez también será así.
    Andrés López Ibarrondo

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