domingo, 27 de abril de 2014

Malos tratos



Extraído de “Los derechos de las personas mayores
y la prevención del mal trato”
Por Francisco Javier Leturia y
Nerea Etxaniz
La expresión “malos tratos” se ha ido adaptando en los últimos años y de forma paulatina a modos más suaves de expresión y así empiezan a ser frecuentes, y a estar, en cierto modo, homologadas, expresiones como “trato inadecuado”. La denominación malos tratos tiene un contenido mucho más relacionado con la punibilidad de las acciones que se salen del trato normalizado, y que pueden ser constitutivas de delito o falta. En ocasiones el término trato inadecuado podría ser útil para definir aquellas situaciones que denotan una insuficiencia o incorrección pero no constituyen maltrato. No obstante esta matización sería mejor consensuarla una vez que se avance en la sensibilización adecuada respecto al tema, se definan correctamente “el trato adecuado, el buen trato, etc.” así como los estándares correctos, especialmente en programas y centros de atención.
El punto de apoyo sobre el que se asienta cualquier fundamentación jurídica no es otro que la consideración de persona que todo ser humano tiene. Por muy enferma y mayor que se encuentre una persona no deja de ser persona y tiene unos derechos básicos que se denominan fundamentales y están recogidos en la Constitución. Desde el artículo 14 al 29 de la Constitución Española se van recogiendo una serie de derechos personales que deben ser salvaguardados y que pertenecen a la persona, cualquiera que sea su situación. Estos derechos están también reflejados en la Declaración de derechos humanos aprobada por la ONU en 1948. Todos los ciudadanos y ciudadanas son de primera, no cabe distinciones cuando de estos derechos estamos hablando. Todos tenemos:
• Derecho a un trato de igualdad ante la ley
• Derecho a la vida
• Derecho a la libertad
• Derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen
• Derecho a la libertad de residencia
• Derecho a recibir una información veraz
• Derecho a la tutela y defensa de los jueces...
La mayor parte de los abusos que se cometen contra estas personas están tipificados como constitutivos de delito o falta.
El abordaje del maltrato en la persona mayor, especialmente si no es autónoma, requiere una planificación coordinada en todos los niveles que haga frente a todo tipo de maltrato, se infrinja a quien se infrinja y en cualquier ámbito, bien sea domicilio, centros y programas de atención, tanto sociales como sanitarios, en servicios públicos o privados, medios de comunicación, etc. Todo maltrato es igualmente indigno. Esta planificación debe tener en cuenta los factores multidimensionales del problema y abordarlo conjuntamente de manera interdisciplinar en los diferentes niveles. De lo contrario es difícil que en una sociedad como la actual disminuya notablemente este tipo de comportamiento, alimentado en muchas ocasiones por patrones de conducta aprendidos en la misma sociedad que lo critica (Martínez Maroto, 2007).
Como afirma Martínez Maroto (2002), todo lo relacionado con la violencia se está tratando, sobre todo en los últimos años, de manera muy fragmentada. Así se habla muy a menudo, con especial énfasis, y no sin razón, del maltrato que se inflige especialmente a las mujeres o a los niños. Quizás para superar estas consideraciones fragmentadas es por lo que existe un Plan de Acción contra la violencia doméstica, pero será difícil romper las referencias por colectivos y hablar del maltrato en general.
Así un tratamiento genérico y global de maltrato hubiera sido siempre mucho más adecuado a la realidad social que la vertebración por franjas de edad, por género o por cualquier otra circunstancia. El que maltrata lo hace por múltiples razones, entre las que sobresale la fragilidad del receptor del maltrato y ahí esta lógicamente la figura de la persona mayor, tantas veces objeto del maltrato (Martínez, A. 2005).
El maltrato a personas mayores se engloba en la categoría de violencia doméstica o familiar. Para que los profesionales puedan identificar y detectar si están atendiendo a una persona mayor que pueda estar sufriendo maltrato y/o negligencia es imprescindible que se llegue a un consenso en la definición del término, de manera que todos los profesionales compartan su significado (Pérez Rojo, G. 2004).
Entre el 5% y el 8% de las personas mayores sufren algún tipo de malos tratos, pero este porcentaje, según otros observadores, puede multiplicarse por tres o por cuatro ya que las fuentes de conocimiento del mismo son absolutamente inadecuadas y solo un porcentaje muy pequeño de las personas mayores maltratadas hace algún tipo de denuncia lo que produce un efecto iceberg.
Entre las causas del maltrato se han citado: el cambio de valores en nuestra sociedad actual en la que la juventud, la productividad y la salud son valores en alza, mientras que la persona mayor, enferma con frecuencia, dependiente e improductiva, es infravalorada y a veces resulta una “molestia” para familias nucleares con dificultades para cuidar de ella. Sin duda los factores sociales y culturales están implicados, pero también otros, familiares e individuales. Se han identificado factores asociados a maltrato, como el estrés de la persona cuidadora, problemas socioeconómicos, antecedentes de violencia familiar, etc., pero se consideran factores de riesgo más que propiamente causales, ya que no siempre su existencia condiciona la aparición del problema, sino sólo aumenta la probabilidad de que éste aparezca.

domingo, 20 de abril de 2014

¿Qué es un Programa Intergeneracional?


Sacado de “Los Programas Intergeneracionales”
publicado por Hartu-Emanak[1]

Existen muchas definiciones de lo que son los Programas Intergeneracionales (PI), y de entre ellas, consideramos que la que mejor los define es la siguiente:
“Actividades o programas que incrementan la cooperación, la interacción y el intercambio entre personas de distintas edades. Estas personas comparten sus saberes y recuerdos y se apoyan mutuamente en relaciones que benefician tanto a los individuos como a su comunidad. Estos programas proporcionan oportunidades a las personas, a las familias y a las comunidades para disfrutar y beneficiarse de la riqueza de una sociedad para todas las edades” (Generations United).
Independientemente de la definición, en lo que si están de acuerdo los distintos especialistas en la materia, es en un denominador común de todos los programas intergeneracionales...
a. En todos los PI participan personas de distintas generaciones.
b. La participación en un PI implica actividades dirigidas a alcanzar unos fines beneficiosos para todas estas personas y por ende, para toda la comunidad en la que viven.
c. Gracias al PI, los participantes mantienen relaciones de intercambio entre ellos.
Por otra parte, para tener una idea de lo que son los PI, y las relaciones intergeneracionales que en ellos se generan, es importante diferenciar el término intergeneracional del, también utilizado, multigeneracional.
Según Villar (2007), “El término intergeneracional supone la implicación de miembros de dos o más generaciones en actividades que potencialmente pueden hacerles conscientes de sus diferentes perspectivas (generacionales).
Implica una interacción y cooperación crecientes para lograr metas comunes, una influencia mutua y la posibilidad de cambio”.
Por el contrario, el término multigeneracional se utiliza habitualmente con un sentido relacionado pero más amplio: significa compartir actividades o características entre las generaciones pero no necesariamente supone una interacción ni una influencia entre ellas.
Y es que para hablar se intergeneracionalidad no basta con estar juntos; lo importante en hacer y hacer juntos, y que ese hacer vaya más allá de la mera interacción y pase a la relación. Por lo tanto la clave del término Inter-generacional está, no tanto en lo generacional sino en el inter, en el entre.


[1] Puede encontrar el texto completo de la publicación en nuetra pagina web www.hartuemanak.org , o solicitarla por telfono o via e-mail.

domingo, 13 de abril de 2014

Derechos de las personas mayores



Extraído de “Los Derechos de las Personas Mayores
y la prevención del mal trato”
Por Francisco Javier Leturia y Nerea Etxaniz

La Primera Asamblea Mundial sobre Envejecimiento (Viena, 1982) supuso un hito en la toma de conciencia del fenómeno del envejecimiento y en las políticas sociales hacia las personas mayores.
Veinte años más tarde, Naciones Unidas convocó la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento en Madrid, en 2002, fruto de la cual fue el Plan de Acción Internacional sobre el envejecimiento. En la Declaración Política aprobada por la Asamblea se expresa el compromiso de los participantes para la eliminación de todas las formas de discriminación, entre otras la discriminación por edad. Igualmente, en el Plan de Acción, se expresa que el objetivo de dicho Plan consiste en garantizar que en cualquier país o lugar la población pueda envejecer con seguridad y dignidad y que las personas de edad puedan continuar participando en sus respectivas sociedades como ciudadanos con plenos derechos.
De forma paralela, el Foro Mundial de Organizaciones no Gubernamentales señaló que, aunque la Declaración Universal y los Pactos Internacionales de Derechos Humanos no incluyen prohibición específica alguna a la discriminación por edad, ésta es una situación que padecen las personas mayores de todo el mundo en múltiples circunstancias: graves dificultades económicas, limitaciones en el acceso a los servicios de salud, ausencia de servicios sociales, graves carencias en vivienda y en condiciones de vida, exclusión de la cultura y educación, trato inadecuado, escasa participación en la vida social y política.
Según el documento de conclusiones de dicho Foro, los derechos humanos de las personas mayores no son reconocidos en muchos lugares del mundo y por ello se reclama la estricta e íntegra aplicación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, recordando que ésta debe ser vigente para toda la ciudadanía, sin distinción de edad. La plena inclusión de las personas mayores en la vida social y económica de sus respectivas sociedades, el aprovechamiento de sus capacidades y experiencias y la defensa de sus derechos ante cualquier tipo de discriminación constituyen las aspiraciones esenciales del Foro Mundial de Organizaciones no Gubernamentales. Entre sus conclusiones reclama “la redacción de una convención promovida por las Naciones Unidas para la eliminación de cualquier forma de discriminación hacia las personas mayores, como instrumento de rango superior que realmente protegería los derechos humanos de este grupo de población”.

domingo, 6 de abril de 2014

Desarrollo personal



Desarrollo personal
Extracto de la ponencia de

Ramón Flecha García
en las I Jornadas de Hartu-emanak 4 al 6 de Noviembre de 2003
“Sensibilización para una acción social transformadora
de y con las personas mayores”
Qué sentido tienen las personas mayores dentro de la sociedad de la información y qué papel pueden desempeñar
…Volviendo al modelo de sociedad industrial, que está desapareciendo progresivamente, se consideraba que en esos mismos años en que parecía que se desarrollaba la inteligencia, entre los cero y los dieciocho o veinte años, también era cuando nos íbamos haciendo personas. A este proceso se le denominaba a veces socialización, entendiendo que, cuando una persona nace, la sociedad “gasta” unos dieciocho o veinte años en convertirla en persona adulta y que, una vez finalizado este proceso, las personas ya teníamos una vida estable en todos los sentidos. Es decir, que lo que se había logrado a los 25 años se conservaba intacto para siempre.
Tres cosas fundamentales eran las que se suponía que teníamos que lograr en esos primeros años de nuestras vidas. En primer lugar, un oficio, para el que las personas se formaban y preparaban en el propio puesto de trabajo, como aprendices, o mediante los estudios de formación profesional, o en la universidad. En segundo lugar, las personas teníamos que formar una familia. Nos echábamos novio o novia y, más o menos a los veintitrés o veinticinco años, nos casábamos y enseguida, al cabo de un año o dos, empezábamos a tener hijos e hijas. Ya teníamos un oficio para toda la vida y una familia para toda la vida. En tercer lugar, lo que debíamos conseguir era una cierta propiedad, preferentemente un piso o una casa, es decir, un sitio donde íbamos a vivir ya toda la vida. Detrás de estos tres requisitos que toda persona debía conseguir, se escondía una concepción de vida estable.
Como se consideraba que las personas, ya no mayores, sino adultas en general, no iban a cambiar gran cosa a lo largo de toda su vida, se extrapolaba esta concepción a todos los ámbitos. Así, como con la inteligencia, se consideraba que nuestro desarrollo personal tenía que llegar hasta ese y sólo hasta ese momento.
En la sociedad actual, la sociedad de la información, esta perspectiva ha dado un giro radical. Hoy tenemos una adultez activa. Es decir, que a lo largo de nuestra vida adulta experimentamos múltiples cambios y transformaciones. Lo del oficio para toda la vida es una realidad cada vez más infrecuente y la mayoría de personas se ven obligadas a cambiar de ocupación varias veces a lo largo de su vida. Además, los viejos oficios desaparecen y en su lugar emergen nuevas ocupaciones. El modelo de familia tradicional también se está poniendo hoy en crisis (Beck y Beck-Gernsheim, 2001). Muchas parejas hoy se separan, y luego se vuelven a juntar o muchas personas se vuelven a enamorar a los sesenta o setenta años. Lo mismo ocurre en el caso de la vivienda. Una persona puede pasar seis meses en Barcelona, 6 meses en Benidorm, etc. Cada vez es más inusual que una persona tenga un piso para vivir en él toda la vida.
A la luz de todos esos cambios, nos vemos obligados y obligadas a ir fomentando nuestro desarrollo personal a lo largo de todas nuestras vidas. Durante la sociedad industrial había un dicho: “quien no se enamora a los 20 años, es que no tiene corazón; y quien se enamora a los 60, es que no tiene cabeza”. Se consideraba entonces que enamorarse era algo que había que hacer antes de formar la familia, a los dieciocho o veinte años, para poder casarse a los veintitrés o veinticinco. En cambio, la sociedad se dirige en nuestros días hacia un camino totalmente opuesto.
Si nos fijamos en muchas de las que hoy son personas mayores, veremos que realizan actividades como ir a bailar o salir con los amigos, que en algunos casos se enamoran más perdidamente que antes o incluso que algunas se juntan o se casan. En definitiva, que desarrollan una vida social, afectiva y sentimental mucho más activa que personas de cuarenta años.
Se debe trabajar para que se reconozca la dignidad de estos cambios, hay que promover la aceptación social y la libertad individual para el desarrollo personal de las personas mayores. Desgraciadamente, algunas personas mayores que trabajaron mucho en su día para que sus hijos e hijas fueran a la universidad y que sufrieron cuando esos hijos e hijas dibujaron una trayectoria vital muy diferente a la que estas personas mayores hubieran deseado, se topan hoy con la intransigencia de estos hijos e hijas, hoy adultos y cabezas de familia, cuando, por ejemplo, les explican que se han vuelto a enamorar y que quieren vivir con otras personas. Es decir, que la generación que en su día no aceptó las normas de sus padres y madres, pretende hoy volver a imponerles esas normas. En este sentido, es importante luchar para que todas las personas mayores tengan la misma libertad individual que en su día disfrutaron las generaciones hoy adultas, ya que gracias a ella fueron capaces de promover y conseguir muchos cambios sociales en beneficio de todas las personas.