Elena
Jiménez Betancourt
Licenciada en
Psicología.
Máster en Longevidad
satisfactoria.
Instructora Policlinico docente
“José Martí”
Un gran error
generalizado con el que viven muchas personas, entre ellas muchos ancianos, es
el prejuicio de creer que la vejez es un período necesario y fatalmente de
declinación, deterioro y caos en todos los sentidos. Los resultados de las
investigaciones actuales en el campo de la gerontología han demostrado lo
incierto y falso de esta idea.
Se ha
evidenciado que las características de la tercera edad o vejez dependen mucho
de las típicas de la personalidad de cada cual, de las condiciones del ambiente
y del modo de vida que se lleve, y no tanto de la edad, si se mantiene el
individuo sano.
El desarrollo
de la personalidad hasta alcanzar la madurez y en consecuencia altos niveles de
salud y bienestar, deviene un complejo proceso a lo largo de todo el ciclo
vital de una persona, en que la formación y consolidación de los procesos
autorreguladores se convierte en un importante indicador. Entre los procesos de
autorregulación, uno de los más importantes es la capacidad de elaborar
proyectos de vida, saber lo que se quiere y entonces ser capaces de poner
la brújula en dirección para conseguirlos.
Según D ́
Angelo (1995), el proyecto de vida es un subsistema psicológico
principal de la persona en sus dimensiones esenciales, o sea, un modelo ideal
sobre lo que el individuo espera o quiere ser y hacer, que adquiere forma
concreta en la disposición real y sus posibilidades internas y externas de
lograrlo, definiendo su relación hacia el mundo o hacia sí mismo, su razón de
ser como individuo en un contexto y tipo de sociedad determinada.
El proyecto
de vida es la estructura que expresa la apertura de la persona hacia el
dominio del futuro, en sus direcciones fundamentales y en las áreas críticas
que requieren decisiones vitales. De esta manera, la configuración, el contenido
y la dirección del proyecto de vida, por su naturaleza, origen y destino están
vinculados con la situación social del individuo, tanto en su expresión actual
como en la perspectiva anticipada de los acontecimientos futuros, abiertos a la
definición de su lugar y las tareas en una sociedad dada.
Precisar la
existencia de proyectos de vida o no en el adulto mayor, su orientación
y determinantes en la elaboración o no de estos, justificó la ejecución del
presente estudio preliminar para poder trazar estrategias de intervención con
esta parte de la población en constante aumento, teniendo en cuenta la
importancia de establecer y concretar proyectos de vida en esta etapa del
desarrollo, pues conduce a una mejor calidad de vida y, con ello, al disfrute
de una longevidad satisfactoria.
Se realizó un
estudio descriptivo que incluyó a 307 adultos mayores (…), con vista a indagar
sobre la presencia de proyectos de vida o no, su orientación en los
ancianos que los habían construido y los factores determinantes en la
construcción o no de esas aspiraciones.
Del total de
adultos mayores estudiados, 253 no tenían constituido su proyecto de vida (82,4
%). Solo 17,6 % lo había estructurado, con predominio del sexo masculino (57,4
%).
De los 54
adultos mayores que tenían estructurado su proyecto de vida, 50 lo orientaban
hacia la realización de actividades laborales, 49 hacia el estudio y 45 hacia
la participación en actividades recreativo-culturales, sin diferencias
significativas entre un sexo y otro.
En los 253
adultos mayores que no tenían estructurado su proyecto de vida, se
identificaron como determinantes los aspectos socioculturales en 243 y
familiares en 205, sin valores significativos entre hombres y mujeres.
Discusión
El proyecto
de vida implica las relaciones entre todas las actividades sociales de los
individuos (trabajo, profesión, familia, tiempo libre, actividad cultural y
sociopolítica, relaciones interpersonales de amistad y amorosas,
organizacionales o de otra índole).
En nuestra
casuística, los adultos mayores orientaban su proyecto de vida hacia la
realización de actividades laborales, así como recreativo-cultural es, y hacia
el estudio; pero al igual que lo hallado por otros investigadores, más de la
mitad de ellos no lo habían estructurado.
La problemática del adulto mayor y los factores relacionados con
este período de la vida, son objeto de estudio con mayor amplitud en los
últimos años. Esto obedece fundamentalmente a la preocupación cada vez más
creciente en las sociedades contemporáneas por las personas mayores de 60 años,
por cuanto representan el grupo etario que más rápidamente crece en el mundo.
Si el anciano
o la anciana asume una vida activa, dinámica, animosa, impulsada por motivos
que le den sentido a su existencia; si realiza actividades interesantes y
atractivas y mantiene un nivel de participación social animosa, es decir, si logra
estructurar y concretar sus proyectos de vida, es posible lograr la maravilla
—comprobado por la ciencia— de un rejuvenecimiento y conseguir “atrasar” el
reloj biológico en 10 a
15 años.
La
conceptualización de los proyectos de vida supone el análisis de los procesos
funcionales de la personalidad en la proyección de contenido de sus direcciones
específicas y flexibles, conformadoras de la propia realidad individual social
y la consideración de la adecuación mutua de los procesos y relaciones de la
sociedad para su consecución como proyecto vital autorrealizador.
Ahora bien,
la mujer y el hombre mayores se encuentran jubilados de su actividad laboral,
han sido y son personas muy activas, y en muchas ocasiones desarrollan
numerosas actividades en su comunidad o centros de trabajo de procedencia,
entre otras tareas; en fin, han sido los protagonistas y hacedores de nuestra
sociedad, les interesa continuar en grupos sociales de personas de su misma
edad o coetáneos, así como en actividades sociales útiles. Como cualquier etapa
de la vida, tiene diversos intereses.
El proyecto
de vida es, en gran medida, el fruto de la experiencia anterior de la
persona, volcada en la actualidad y el devenir. Por eso, los proyectos de vida
serán legítimos y efectivos si en ellos se revelan las propias potencialidades
del individuo, si estas vinculan y dan continuidad a lo que fue, lo que
realmente es, y las posibilidades de lo que llegará a ser.
Con respecto
a los factores determinantes en la construcción de proyectos de vida en los
adultos mayores, se reflejaron sus características de personalidad y el medio
social. Es de todos conocido que la personalidad regula la actividad de cada
persona y que diferentes subsistemas intervienen en este proceso.
La capacidad
de tomar decisiones y ejecutar acciones por sí mismo(a); adoptar estas
determinaciones sin vacilar y llevarlas a cabo con constancia, así como ser
capaz de dominar su propia conducta –vencer obstáculos internos–, resultan
imprescindibles para enfrentar con éxito las dificultades externa, puesto que
son componentes importantes de la voluntad, que participan en la regulación de
la actividad.
Si a ello se
suma el hecho de tenerse confianza y respetarse, de sentirse competente para
vivir y merecer la felicidad, entonces puede decirse que se cuenta con una
poderosa fuerza al servicio de la vida.
En el proceso
de desarrollo de la personalidad se ejercen sobre el individuo múltiples
influencias educativas, que van desde aquellas que recibe en su medio familiar
y en su grupo de coetáneos, hasta las que corresponden a la escuela y
posteriormente al medio laboral; además de aquellas provenientes de los medios
masivos de comunicación y otros factores macrosociales. Estas influencias
formales e informales son, en buena medida, responsables del nivel de
regulación y autorregulación que alcanza la personalidad, aun cuando este
proceso acontece de manera individualizada y particular en cada sujeto.
Con referencia
a los determinantes en la no construcción de proyectos de vida en el adulto
mayor, se relacionan determinados aspectos socioculturales y familiares. Lo
sociocultural es indispensable en cualquier análisis, pero en el caso de la
tercera edad reviste una importancia capital por encontrarse muy marcada por
prejuicios, por la cultura donde se viva y por la situación social, económica y
familiar imperante. (…)
A modo de
conclusión puede decirse que no es común encontrar en los ancianos, al menos
en la mayoría, un proyecto de vida definido y previamente pensado para todo
aquello que habían siempre deseado hacer para cuando llegaran o rebasaran la
sexta década de la existencia, de modo que valdría la pena ir formando esa
conciencia en ellos, porque aspirar a la consecución de algo es volver a vivir.