domingo, 25 de mayo de 2014

Aprendizaje a lo largo de la vida



recogido por Ramon Ara
de Hartu-emanak

El aprendizaje a lo largo de la vida además de promover la reflexión y la curiosidad por el saber también es una experiencia que promueve las relaciones intergeneracionales entre jóvenes y mayores.
Todas las personas deben tener la posibilidad de formarse a lo largo de la vida, dentro y fuera del sistema educativo, con el fin de adquirir, actualizar, completar y ampliar sus capacidades, conocimientos, habilidades, aptitudes y competencias para su desarrollo personal y profesional.
Para ello, desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte se promueve el aprendizaje a lo largo de la vida (ALV) poniendo al servicio de ciudadanos y ciudadanas distintos programas y recursos para el aprendizaje a lo largo de la vida (ALV).
Existe un abanico muy amplio de posibilidades de formación a lo largo de la vida, desde la formación presencial a la formación a distancia. Los programas que promueven el aprendizaje a lo largo de la vida (ALV) están relacionados con la educación reglada –primaria, secundaria, bachillerato, universitaria...-y la educación no formal –formación técnica, formación en tecnologías de la información y la comunicación, cultura...-
Si posee conocimientos de Internet puede acceder al Aula Mentor basada en la formación abierta, libre y a distancia a través de Internet con más de 100 cursos en línea con matricula abierta permanente y más de 350 aulas en funcionamiento.
Otras alternativas pueden ser Universidades de la Experiencia o Aulas de Mayores. ¿Sabia que alrededor de 35.000 hombres y mujeres de entre 55 y 80 años acuden diariamente a las Universidades de la Experiencia o Aulas de Mayores?
Así también el Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto lleva 20 años planteando la formación de personas adultas como una experiencia de ocio. Esta oferta formativa denominada OcioBide permite al alumnado elegir el itinerario que más le interese para acercarse a la Universidad. Según la directora de OcioBide, Yolanda Lázaro, “nos encontramos en un momento donde los programas y sistemas educativos y de formación deben adaptarse a los cambios y dinámicas que este nuevo siglo está imprimiendo a la sociedad. La mayor esperanza de vida, el desarrollo del ocio personal y colectivo como elemento de la calidad de vida y la posibilidad de conciliar la enseñanza aprendizaje con el desarrollo laboral, la familia y el propio ocio, hacen que los entornos y sistemas educativos deban flexibilizarse. Y la Universidad, como parte de todo este cambio social, debe estar presente”.
Según argumenta Lázaro, hasta no hace demasiado tiempo hablar de términos como “ocio” u “ociosidad” conllevaba connotaciones negativas, en algunos casos dada su oposición al trabajo, o en otras ocasiones, acercarse a términos considerados carentes de importancia y relevancia para la sociedad. Pero la situación ha cambiado enormemente, incluso ahora se habla de la “sociedad del ocio”, y ha pasado a ocupar un sitio valorado en la sociedad debido a múltiples factores, como el aumento del tiempo libre, la reducción de las jornadas laborales, la democratización de la vida cultural, deportiva, turística, la aparición de nuevas actividades y ofertas de ocio y, por supuesto, por la importante dimensión económica y comercial del fenómeno.
El aprendizaje y el desarrollo a través del ocio se encuentran, en muchos sentidos, relacionados con el concepto de “experiencia óptima”, argumenta la directora de OcioBide, que es aquella que plantea al sujeto algún reto para cuya solución debe contar con las habilidades necesarias. Así, en la decisión de realizar o participar en una actividad de ocio, parece ser necesaria cierta “percepción de capacidad personal”.
No olvide que el aprendizaje a lo largo de la vida permite a las personas mayores permanecer activas intelectualmente y proporciona una beneficiosa sensación de satisfacción personal y confianza en uno mismo.

domingo, 18 de mayo de 2014

Qué preocupa a los mayores



Extraido de “Madurez activa”
Primavera 2014 nº24
“Propuestas para el desarrollo de las orientaciones del Consejo de la Unión Europea relativas a las personas mayores” es el título del documento que se ha elaborado en España, liderado por el Imserso, para proponer medidas concretas e incluso calendario de actuación en lo que se refiere a su participación en todos los ámbitos: social, económico, político, e incluso en los medios de comunicación.
Según se desprende del trabajo consensuado, las personas mayores quieren promover una sociedad para todas las edades, disfrutando de igualdad de derechos y oportunidades en todas las etapas de la vida, con independencia de la edad, raza, origen étnico, religión o creencias, condición social o económica, orientación sexual o cualquier otra circunstancia. Para ello, los temas que más le preocupan son la salud (por encima del económico y social), el acceso a la asistencia sanitaria, la escasa atención, la vida independiente y la participación activa en la sociedad, entre otras. A través de sus propuestas quieren que se les reconozcan en su integridad los derechos de personalidad que asisten a toda persona, y como todo ser humano, el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a que se respete su dignidad personal, al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Para ello, las personas mayores rechazan de manera expresa todo tipo de discriminación y especialmente la que se produce como consecuencia de la edad.
A este respecto, el documento también recoge que los mayores deben asumir que el envejecimiento activo es un derecho pero también es un deber, y por ello tienen que aceptar que forman parte de la sociedad al mismo nivel que cualquier otro ciudadano, no resignándose ante los posibles rechazos que puede darse en razón de la edad y tener presente que es una obligación el cumplimiento terapéutico.
El Imserso publica en su Web la presentación del coordinador de este trabajo, José María Alonso Seco, consejero técnico del Imserso, que resume el texto de cada una de las distintas propuestas dividiéndolas en dos puntos: “Qué preocupa a las personas mayores” y “Qué medidas y propuestas se pueden poner en marcha para solucionar estos problemas”. De este modo, se puede analizar el documento con más facilidad y orienta al usuario hacia las preocupaciones principales en cada uno de los diferentes ámbitos a los que se refieren las propuestas.
El coordinador argumenta que estas propuestas son importantes porque asientan una doctrina que es la base del derecho de las personas mayores, y por tanto es un “regulador” de sus derechos, un compromiso social y un deber legal

domingo, 11 de mayo de 2014

Qué es la soledad



Mª del Pilar Castro Blanco
X. Jornadas Hartu-Emanak
La autonomía personal y la dependencia
en el proceso del envejecimiento
Cuando hablamos de la soledad, lo primero que viene a la cabeza de muchas personas es la idea de estar solo o sola, de no tener a nadie al lado. La soledad entendida así es una realidad de dos caras, una positiva y otra negativa. Por un lado, todas las personas pasamos tiempo a solas todos los días, e incluso en ocasiones la buscamos cuando necesitamos pensar o queremos descansar; de esta forma, la soledad es muchas veces una experiencia que nos resulta agradable e incluso deseable. Por otro lado, también es cierto que hay circunstancias y momentos en los que, precisamente la falta de compañía, nos causa tristeza y malestar.
Sin embargo, hay otra forma de entender la soledad, no como estar, sino como sentir. Puede gustarnos más o menos estar solos o solas pero a nadie le gusta sentirse solo; el sentimiento de soledad es siempre una experiencia desagradable, incómoda y dolorosa que, curiosamente, puede darse incluso cuando estamos en compañía.
Por ello, para comprender y afrontar la soledad es importante que caigamos en la cuenta de que el verdadero problema no es tanto que las personas estemos solas, ya que esta vivencia puede resultarnos incluso positiva, sino que nos sintamos solas, independientemente de que tengamos o no compañía.
Por lo tanto, si es posible sentirse bien sin tener a nadie al lado y sentirse solo estando acompañado, cabe preguntarse ¿de qué depende que en una situación determinada sintamos o no soledad? La investigación realizada por la psicología en los últimos 40 años nos ha indicado que hay muchos factores que pueden influir y que tres son los más importantes:
·             Nuestros deseos y necesidades de relación. Cuando las personas queremos estar solas y lo conseguimos no nos sentimos mal; el sentimiento de soledad aparece cuando querríamos estar con otras y no lo logramos o no tenemos con quién estar. Por ejemplo, no es lo mismo quedarnos un día de casa porque nos apetece que porque no tenemos con quien salir, ni vivir en soledad porque lo hemos decidido que obligados por las circunstancias. Dicho de otra forma, cuando vivimos una soledad impuesta la sentimos con mucha más intensidad que cuando nuestra soledad es buscada. No es malo estar solo; lo malo es estarlo y no desearlo.
·             La calidad de nuestras relaciones. Estar junto a otras personas no nos protege automáticamente contra el sentimiento de soledad, ya que éste no depende sólo del número de relaciones que tengamos sino también, y en mayor medida, de la calidad de esas relaciones. Por ello, no nos sirve de mucho tener compañía si no tenemos confian­za suficiente como para poder expresar nuestras opiniones y preocupacio­nes, si sentimos que se nos rechaza, si no se nos escucha o se nos valora, si la relación no es como querríamos, si no congeniamos…. De hecho, el sentimiento de soledad más duro es el que se produce estando en compañía, ya que parece caprichoso y sin causa para las personas que están alrededor, e incluso para uno mismo. A veces nos cuesta entender que en la ciudad, con tanta gente alrededor, podamos sentirnos más solas que en una pueblo de pocos habitantes, que una persona casada se queje de soledad, o que una anciana nos diga que se siente más sola en la residencia que cuando vivía sin compañía en su piso de toda la vida; la clave está en la calidad de las relaciones.
·             Duración de la soledad. Es más, mucho más, fácil disfrutar de una situación de soledad cuando sabemos que es algo pasajero y que tras un tiempo volveremos a tener compañía, que cuando presumimos que nuestra soledad será duradera. No es lo mismo, estar solo en casa porque el resto de la familia ha salido unos días de viaje, que porque hemos enviudado y no tenemos hijos. No es lo mismo “tener un rato de soledad que soledad para rato”, como señalan Medina y Cembranos (1996): un rato de soledad puede resultarnos agradable mientras que la que se mantiene en el tiempo tiende a producir sentimientos más intensos.
Estos tres factores nos ayudan a entender que el sentimiento de soledad es algo muy personal y que, ante circunstancias aparentemente similares, haya personas que se sienten bien mientras que otras padecen una dolorosa soledad. Así, podemos ver que una persona vive sola o acompañada pero, si no sabemos si lo hace por decisión propia o no o cómo son las relaciones con quienes convive, no podremos valorar su sentimiento de soledad.
Para cerrar este apartado, puede ser útil recordar la definición de la soledad más extendida y utilizada por quienes han estudiado esta experiencia humana: es el sentimiento que se produce cuando una persona no está satisfecha con sus relaciones sociales porque son menores en cantidad o peores en calidad de lo que desearía (Peplau y Perlman, 1982). Es decir, nos sentiremos solos o solas cuando las relaciones de las que disponemos no se adecuen, por número y/o calidad, a las que deseamos o necesitamos.

domingo, 4 de mayo de 2014

Cómo se vive la soledad en la vejez






Mª del Pilar Castro Blanco
X. Jornadas Hartu-Emanak
La autonomía personal y la dependencia
en el proceso del envejecimiento
Podemos sentir soledad independientemente de cuál sea nuestra edad, pero la vivencia de esta experiencia no es igual en todos los momentos de nuestra vida. En la medida en la que tenemos más años es más probable que:
·             Vivamos una soledad impuesta por las circunstancias, que una soledad elegida.
·             Nuestra soledad se deba a causas duraderas, que es difícil que cambien (fallecimiento de personas allegadas, problemas de salud, jubilación…).
·             Se vayan reduciendo nuestras relaciones de amistad, que son las más libres y recíprocas, hasta el punto de que nuestro entorno de relaciones pueda quedar reducido a algunos familiares y las personas que nos cuidan, lo que implica una pérdida no sólo cuantitativa sino también cualitativa de relaciones.
..… recordaremos que estos tres aspectos (soledad impuesta, soledad duradera y pérdida de cantidad y calidad de las relaciones) eran los más importantes para entender por qué nos sentimos solos en algunas circunstancias. Parece, por tanto, que a medida que envejecemos es más probable que los tres se den a la vez, produciendo un sentimiento de soledad más profundo que en etapas anteriores de la vida. Si además a ello sumamos la creencia, frecuente como hemos visto, de que no se puede hacer nada para evitar la soledad ya que nos viene dada con la edad, nos encontraremos con un sentimiento duradero.
¿Es la soledad un problema grave?
Aunque se reconoce que el sentimiento de soledad es una experiencia desagradable, que puede hacer que la persona se sienta triste, vacía, nerviosa, angustiada, no querida e incluso enfadada con quienes están cerca, con frecuencia se piensa que sus consecuencias no van más allá de su malestar. Ciertamente, a diferencia de otras experiencias, como la depresión, la soledad apenas produce síntomas que podamos observar desde fuera y que nos puedan hacer adivinar que la persona la siente. De hecho, no hay forma de saber que una persona se siente sola si ella misma no nos lo revela. Esta falta de síntomas externos hace que muchas personas piensen que no es un problema grave.
Sin embargo, numerosos estudios nos indican que el sentimiento de soledad mantenido en el tiempo puede ser perjudicial para nuestra salud, tanto física como mental (Heinrich y Gullone, 2006). Concretamente, se ha relacionado la soledad con un peor funcionamiento del sistema inmunitario (Kiecolt-Glaser et al., 1984; Pressman et al., 2005), mayor incidencia de problemas cardiacos (Whisman, 2010), tensión arterial más elevada (Hawkley et al. 2010), mayor uso de los servicios médicos (Cheng, 1992), peor calidad de sueño (Cacioppo, Hawkley, Berntson, et al., 2002; Pressman et al., 2005), mayor riesgo de depresión (Cacioppo et al., 2006; Heikkinen & Kauppinen, 2004), deterioro cognitivo (Wilson et al., 2007), problemas de alcoholismo (Akerlind & Hornquist, 1992), etc.
Estos datos deben servirnos para tomar conciencia de la relevancia que puede tener el sentimiento de soledad, no para alarmarnos, sino para valorar la importancia de su prevención y tratar de evitar que sea una experiencia que se mantenga en nuestra vida. No olvidemos que los estudios citados indican que las consecuencias negativas pueden aparecer sobre todo cuando la soledad nos “acompaña” durante mucho tiempo.
Para evitar la soledad
….el primer paso para aliviar nuestra soledad es no rendirse ante ella. Esto se traduce en que no esperemos que el problema se solucione por sí sólo, o que lo hagan los demás, sino que tomemos una actitud activa y de esfuerzo por buscar formas de aliviarlo.
Una vez hayamos asumido que parte de la solución está en nosotros mismos, será útil hacer todo lo posible por establecer nuevas relaciones y mejorar las que tengamos. En este sentido puede ayudarnos que recordemos que las relaciones son un círculo, de tal manera que en gran medida recibimos de los demás lo que les damos. Quien sonríe es más probable que reciba sonrisas; quien grita será contestado con gritos; quien escucha suele encontrar con más facilidad un hombro en el que llorar; quien llama a otras personas por su cumpleaños suele recibir más llamadas el día del suyo… Aún sabiendo que lo que damos y recibimos en las relaciones no es una cuestión matemática y que a veces no recibimos en la medida en la que damos, para aliviar la soledad puede ser útil guiarse de la premisa “dar a los demás lo que quiero recibir”.
También es importante que hagamos esfuerzos por ampliar y cultivar nuestros intereses, de tal manera que nuestra conversación resulte agradable y podamos participar en diferentes ámbitos y relaciones. Estar al día de distintos temas, tener varios puntos de vista sobre las cuestiones, interesarse y tratar de aprender más sobre lo que les gusta a otras personas… nos ayudará a resultar más interesantes, a tener relaciones más satisfactorias y a disfrutar más de la vida en general. Por el contrario, centrar nuestra atención únicamente en nuestros padecimientos y puntos de vista hará que nuestras relaciones se empobrezcan y no nos ayudará a salir de la soledad.
Cuando por las circunstancias que sean nos encontramos sin relaciones, sin personas con la que estar, puede ser conveniente hacer el esfuerzo de participar en actividades grupales. Cuando se comparte una actividad es mucho más fácil entablar conversaciones, inicialmente sobre ese interés compartido, que nos ayuden a acercarnos a otras personas y, quizás, a descubrir con el tiempo puntos de afinidad con algunas de ellas. Claro está que al esfuerzo de la participación en la actividad habrá que sumarle el de la disposición a abrirse y a aplicar las premisas de los párrafos anteriores.
Muchas personas han encontrado alivio a la soledad comprometiéndose en proyectos de ayuda a otras personas. Ésta es una manera de estar con otras que además, con frecuencia, ayuda a relativizar las propias dificultades, favorece el sentimiento de utilidad y suele procurar un importante grado de satisfacción.
Otro aspecto que puede ser necesario para aliviar nuestra soledad es solicitar ayuda. A veces, uno mismo no ve qué puede hacer para salir de su situación y necesita que alguien le indique el camino; en estas circunstancias, recurrir a un o una profesional de la psicología puede ser de gran apoyo. En otras ocasiones, nuestra soledad tiene mucho que ver con nuestras circunstancias de vida (enfermedad, barreras arquitectónicas que nos dificultan la salida al exterior…) y es importante que demos el paso de pedir ayuda. Por suerte, actualmente contamos con varias organizaciones de voluntariado dispuesto a acompañarnos especialmente en esos momentos, pero que no podrán adivinar nuestra necesidad si no la manifestamos.