jueves, 28 de septiembre de 2017

El rejuvenecimiento de la vejez




Manuel Maria Meseguer
El título no trata de masajear el ego de los longevos o los aspirantes a serlo. En los últimos años se ha producido un proceso, al menos curioso, en cuestiones de la edad madura. Antes se ocultaba la edad, a no ser que el deterioro físico la mostrara descarnadamente. Ahora, todos los mayores de 60 años dicen su edad con una expresión que parece aguardar la réplica sorpresiva del interlocutor "Tengo 78 años", comunica con la sonrisa en los labios y las cejas arqueadas. "¿78? Parece que tuviera 60", es la respuesta que se espera del confidente y, si no se provoca, el resto de la conversación puede ser fastidioso. Pero no, no va de longevos orgullosos el asunto, sino de longevos con más años de ociosidad que de trabajo.
Cada poco, de manera recurrente, y casi siempre coincidiendo con periodos de crisis económica o con la sensación de ella, el tema de la madurez en el trabajo se echa sobre la mesa como una letra de cambio. Recientemente el diario francés Le Monde se hacía eco de los trabajos de los gabinetes de contratación laboral y de sus inquietudes, al preguntarse de un modo nada retórico que teniendo en cuenta que la vejez laboral llega cada día más joven, dónde se instalaba dicha vejez: ¿en los 45 años, en los 50? Realmente se trata de un problema ampliamente estudiado y que nos lleva a la paradoja de que, conforme se aleja la vejez física saludable hacia horizontes impensables hace unos años, los departamentos de recursos humanos de las empresas "rejuvenecen" la vejez laboral hasta extremos grotescos, de modo que los requisitos de los treinta y cinco o cuarenta años, por ejemplo, para cobrar una pensión de jubilación íntegra, serán inalcanzables a la vuelta de una década. Refería el vespertino francés que alargar la vida laboral a partir de los 50 años se ha convertido en una prioridad del gobierno de Francia, país que califica como el peor alumno de Europa en cuanto a políticas de empleo sénior. Pero aceptaba que la voluntad gubernamental tropezaba con la realidad del mercado de trabajo, para el que los seniors son "demasiado caros, poco motivados y rígidos" y quedaba fuera de las prioridades empresariales emplear a los "sienes plateadas" en expectativa de empleo.
No se sabe si es el deseo el que oculta la realidad, pero el caso es que dicen los expertos que comienza a atisbarse un cierto cambio de ciclo que anunciaría que la discriminación laboral por edad pueda estar tocando a su fin. Y ello, a causa del envejecimiento general de la población, fenómeno en el que España será indeseable líder, pues se calcula que, en 2050, la población española será la más anciana de la Unión Europea. También hay algunas señales. Recientemente se informaba de que los ingenieros de Telecomunicación de Cataluña habían realizado gestiones para recuperar a prejubilados y paliar así el déficit de profesionales en el sector. La dialéctica entre incorporar juventud barata en las empresas a cambio de la pérdida del talento caro parece que se terminará resolviendo a favor de un mix de ambas en la formación de equipos multiedad que favorezcan el verdadero "envejecimiento activo". Este sí, causante del rejuvenecimiento de la vejez.

martes, 12 de septiembre de 2017

Programas intergeneracionales




Los programas intergeneracionales
Publicación de Hartu Emanak


Desde mediados de la década de los noventa (del siglo pasado), Naciones Unidas viene formulando la necesidad de construir una “sociedad para todas las edades”, y son muchas las opiniones que consideran que si aumentamos y organizamos de modo adecuado las oportunidades que las personas de una generación pueden tener para relacionarse con personas de otras generaciones, se puede conseguir que un mayor número de esas personas decidan aprovechar la ocasión y practicar más la interacción intergeneracional.
Asumida esta opinión, es fácil considerar que cuantas más relaciones entre las generaciones se produzcan, más cerca estaremos de eliminar alguna de las barreras que impiden, hoy por hoy, que nuestras sociedades sean realmente “para todas las edades”.
En una encuesta realizada por el Observatorio de Mayores del INSERSO, se vio, entre otros aspectos relacionados con las actividades desarrolladas por las personas mayores, que el estar con niños o con jóvenes tan sólo era la décima actividad más frecuente de las personas mayores encuestadas.
Este dato nos plantea una pregunta: ¿el contacto entre generaciones no es mayor porque no se ofrecen más oportunidades para ello o porque las oportunidades existentes no son suficientemente atractivas?
Profundizando más en el tema, nos podemos preguntar: ¿es posible pensar en implantar una “sociedad para todas las edades” en la que cada persona, como individuo tenga sus derechos garantizados pero, a la vez, no tenga facilidades para mantener relaciones cotidianas con otras personas de distintas edades? ¿nos conformamos con estar bien, o de lo que se trata es de poder estar bien juntos?
Con el fin de dar respuestas adecuadas a estas preguntas, en la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento celebrada en Madrid en 2002, se reconoció que “es necesario fortalecer la solidaridad entre las generaciones y las asociaciones intergeneracionales, teniendo presente las necesidades particulares de los más mayores y los más jóvenes, y alentar las relaciones solidarias entre generaciones”. Y una forma de conseguirlo, también según Naciones Unidas, “es apoyando las actividades tradicionales y no tradicionales de asistencia mutua intergeneracional dentro de la familia, la vecindad y la comunidad, aplicando una clara perspectiva de género”.
El distanciamiento y el enfrentamiento entre las distintas generaciones está en el origen de los Programas Intergeneracionales (en adelante PI), que comenzaron a desarrollarse en Estados Unidos hace cuatro décadas. Hasta la fecha, estos programas han demostrado, dentro y fuera de Norteamérica, que pueden ayudar a eliminar, o al menos a disminuir, las barreras que dificultan el contacto y las relaciones intergeneracionales, y facilitar el objetivo marcado por Naciones Unidas: “construir una sociedad para todas las edades”. Ahora bien, como defiende Generations United, organización que promueve y defiende los PI en Estados Unidos, éstos no deben ser algo bonito sino algo necesario y efectivo. Incluso se puede decir más: deben ser algo diseñado, programado y desarrollado, con la participación de personas de distintas generaciones, para su beneficio mutuo y del conjunto de la sociedad.
De todo lo anterior se desprende que el fin último de los PI, es la construcción de una sociedad para todas las edades, propuesta por Naciones Unidas no sólo como un concepto, sino también como un ideal, una meta y el argumento principal de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento celebrada en Madrid en 2002.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Una propuesta nueva para resolver cuatro necesidades



Una propuesta nueva para resolver cuatro necesidades
Mario Cugat i Leseurs
Presidente de FATEC
(Federación de Asociaciones de
Gente Mayor de Catalunya)

Se entiende que existe un puesto de trabajo cuando se dan dos premisas:
  1. Una necesidad, una actividad, un servicio, una obra, etc., que la sociedad demanda a través de la industria, el comercio o los servicios.
  2. La disponibilidad económica para pagar el salario y los complementos que origina el hecho de destinar una persona a realizar el trabajo solicitado.
Si la segunda premisa no es posible, el lugar de trabajo, en realidad, no ha sido creado y, por tanto, no puede decirse que exista, pero la necesidad, sí.
Partiendo, pues, de que habrá necesidades sociales, pero no posibilidades de atenderlas todas, FATEC presenta una propuesta nueva, realista y eficaz que podría ayudar a resolver cuatro necesidades: la mejora de la capacidad económica del jubilado; la utilización de su valor o capital social al servicio de la colectividad; su buena salud mental y física individual y colectiva; y la respuesta y solución a determinadas demandas de servicios y prestaciones, de otra manera al descubierto.
Se trataría de:
  • Ante una necesidad o un interés colectivo no atendible laboral y económicamente, solicitar a las personas jubiladas adecuadas para cada caso que, de manera voluntaria, en días y horarios a concretar, más reducidos que la jornada normal, atendieran esa necesidad o prestación de servicio, con alguna forma de compensación de diversa índole que recibiría de quien hubiera realizado el encargo.
  • La iniciativa correspondería a las administraciones públicas, las instituciones culturales y de servicios sociales, el asociacionismo en general, y la iniciativa popular regulada. Se trataría de crear la figura del voluntario incentivado, al margen de su pensión y sin disminución de ella.
  • Tal vez debería establecerse un acuerdo entre la administración competente, la Seguridad Social, patronales y sindicatos, y crear la correspondiente legislación que lo permitiera en determinados casos, sin que ello afectara la situación del pensionista.