Manuel
Maria Meseguer
El título no trata de masajear el ego de los longevos
o los aspirantes a serlo. En los últimos años se ha producido un proceso, al menos
curioso, en cuestiones de la edad madura. Antes se ocultaba la edad, a no ser que
el deterioro físico la mostrara descarnadamente. Ahora, todos los mayores de 60
años dicen su edad con una expresión que parece aguardar la réplica sorpresiva
del interlocutor "Tengo 78 años", comunica con la sonrisa en los
labios y las cejas arqueadas. "¿78? Parece que tuviera 60", es la
respuesta que se espera del confidente y, si no se provoca, el resto de la
conversación puede ser fastidioso. Pero no, no va de longevos orgullosos el
asunto, sino de longevos con más años de ociosidad que de trabajo.
Cada poco, de manera recurrente, y casi siempre
coincidiendo con periodos de crisis económica o con la sensación de ella, el
tema de la madurez en el trabajo se echa sobre la mesa como una letra de
cambio. Recientemente el diario francés Le Monde se hacía eco de los
trabajos de los gabinetes de contratación laboral y de sus inquietudes, al
preguntarse de un modo nada retórico que teniendo en cuenta que la vejez
laboral llega cada día más joven, dónde se instalaba dicha vejez: ¿en los 45
años, en los 50? Realmente se trata de un problema ampliamente estudiado y que
nos lleva a la paradoja de que, conforme se aleja la vejez física saludable
hacia horizontes impensables hace unos años, los departamentos de recursos humanos
de las empresas "rejuvenecen" la vejez laboral hasta extremos
grotescos, de modo que los requisitos de los treinta y cinco o cuarenta años,
por ejemplo, para cobrar una pensión de jubilación íntegra, serán inalcanzables
a la vuelta de una década. Refería el vespertino francés que alargar la vida
laboral a partir de los 50 años se ha convertido en una prioridad del gobierno
de Francia, país que califica como el peor alumno de Europa en cuanto a
políticas de empleo sénior. Pero aceptaba que la voluntad gubernamental
tropezaba con la realidad del mercado de trabajo, para el que los seniors son
"demasiado caros, poco motivados y rígidos" y quedaba fuera de las
prioridades empresariales emplear a los "sienes plateadas" en
expectativa de empleo.
No se sabe si es el deseo el que oculta la realidad,
pero el caso es que dicen los expertos que comienza a atisbarse un cierto cambio
de ciclo que anunciaría que la discriminación laboral por edad pueda estar
tocando a su fin. Y ello, a causa del envejecimiento general de la población, fenómeno
en el que España será indeseable líder, pues se calcula que, en 2050, la población
española será la más anciana de la Unión Europea. También hay algunas señales.
Recientemente se informaba de que los ingenieros de Telecomunicación de
Cataluña habían realizado gestiones para recuperar a prejubilados y paliar así el
déficit de profesionales en el sector. La dialéctica entre incorporar juventud barata
en las empresas a cambio de la pérdida del talento caro parece que se terminará
resolviendo a favor de un mix de ambas en la formación de equipos multiedad
que favorezcan el verdadero "envejecimiento activo". Este sí,
causante del rejuvenecimiento de la vejez.