domingo, 28 de diciembre de 2014

Imagen de las personas mayores



Estereotipos de las personas mayores ¿qué significa ‘ser mayor’?
Dña. Sacramento Pinazo Hernandis

España es, desde hace unos pocos años, uno de los países con la población más envejecida de toda Europa, con uno de los índices de fecundidad más pobres del mundo y con una elevada esperanza de vida al nacer. Recordemos, por ejemplo, que la esperanza de vida de los españoles en 1900 era de 34 años, de 47.12 años después de la guerra, y de 59.81 años en 1950. En la actualidad, el número de personas octogenarias, nonagenarias y centenarias en España no cesa de crecer. La esperanza de vida para las mujeres españolas, por ejemplo, sobrepasa ya los 83 años.
En una sociedad como la nuestra, con un prioritario culto a la juventud, parece que no hay alternativa para aquél que envejece y se aleja de los 20 años... Vivimos en una sociedad orientada hacia la juventud en la cual hay una lucha continua contra todo aquello que significa ‘ser viejo’. El énfasis de la sociedad en ‘ser joven’ (o al menos parecerlo) puede explicar el por qué los demás grupos de edad mantienen actitudes negativas hacia los mayores. Podemos concluir que a medida que la edad aumenta se está menos a favor de que las personas mayores poseen rasgos que facilitan las relaciones interpersonales, se tiene una mayor creencia en que las personas mayores se definen por un deterioro generalizado, se ve a las personas mayores como menos activas, se opina que las personas mayores se caracterizan por un aislamiento de los demás. La sociedad parece haber dejado de lado a los mayores, fuera del ‘círculo de poder’, fuera del conjunto, sin posibilidades de participar e incluso, a veces, sin posibili­dades de opinar y/o decidir. Parece como si la sociedad en general pensase que ‘los viejos son los otros’, sin tener presente que, antes o después, nuestra propia existencia nos llevará- si no morimos en el intento- a la vejez. En eso, las alternativas están claras, y sólo hay dos: vivir (y envejecer) o morir. La vejez es la única categoría social a la que todas las personas pueden llegar a pertenecer en algún momento; por ello, cuando los grupos de jóvenes contemplan al grupo de las personas mayores, están pensando en una percepción futura de su existencia, con la creencia generalizada de los aspectos negativos y peyorativos, como una amenaza al propio bienestar futuro.
Resulta curioso comprobar cómo las personas tienen interiorizadas imágenes de la vejez que no coinciden en líneas generales con la realidad actual. A veces también las propias personas mayores manifiestan las mismas contradicciones, por lo que en muchas ocasiones distinguen entre la consciencia de su propia vejez por la edad que tienen y el sentimiento de vejez del que carecen al asociarla con características tales como enfermedad, deterioro mental, rigidez de pensamiento, falta de compromiso y participación, dependencia, problemas sociales y eco­nómicos y ausencia de capacidades.
Las personas mayores no se identifican con la imagen de la vejez ofrecida por la sociedad. Esto se debe al estereotipo negativo ligado al calificativo de ‘personas viejas’, percibidas como personas en un inevitable periodo de declive y decadencia donde se sufre enfermedad, soledad, tristeza y abandono. Las personas mayores, al no autopercibirse de este modo también consideran que ‘las personas viejas son las otras’. En 1990, Mª Teresa Bazo preguntó a un grupo de personas mayores, cuándo una persona podía considerarse anciana: ‘Cuando uno ya no vale para nada’ (34%), ‘Cuando se tienen muchos años’ (25%), ‘Cuando ya no se tiene ilusión por nada’ (24%); un 5% considera que el umbral de la vejez se da ‘A partir de los 65 años’; un 3% encuentra que es ‘La jubilación’; y un 8% de los encuestados piensa que ‘No se es anciano nunca’ (Bazo, 1990). Para la autora, ‘el problema de la vejez es que resulta mal vista y es objeto de aversión por parte de las personas en general y de los ancianos en particular, que han interiorizado en su proceso de socialización una serie de imágenes negativa sobre la ancianidad que contribuyen a distorsionar la verdadera visión de la misma’ (Bazo, 1990, p.201).
En un estudio posterior, Bazo (1992) estudió cómo describían y expresaban los sentimientos y relaciones con sus abuelos una muestra de 277 jóvenes universitarios, mediante la técnica de análisis de contenido de los relatos. Los abuelos eran percibidos de forma positiva en general: cariñosos, tiernos, comprensivos, simpáticos, chistosos, prestos para la ayuda, transmisores de conocimientos útiles para la vida, aunque en algunas ocasiones (pocas) también aparecían calificados como: insoportables, egoístas, gruñones, dominantes, roñosos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Con las “cosas de comer” no se juega



Publicado en revista "DON BOSCO "
 antiguos alumnos y alumnas salesianos Baracaldo
Por Ismael Arnaiz Markaida

Seguramente que todos, alguna vez, les hemos dicho a nuestros hijos cuando eran pequeños que “con las cosas de comer no se juega”. Pero es que ahora se lo tenemos que decir a nuestros gobernantes, y no es porque sean, precisamente, niños, aunque muchas veces se comporten como tales, pero me atrevería a asegurar que algún lector o lectora dirá que sí son como niños, pero como niños malos.

Y es que me producen una gran tristeza las noticias de la cantidad de personas, y mucho más si son niños, que, en nuestro país, en pleno siglo XXI, están pasando hambre. Que no tienen asegurada la dieta alimenticia mínima para un mantenimiento y desarrollo adecuado de la salud.

Y eso es responsabilidad de nuestros gobernantes, de esos que, como decía antes, se comportan como niños malos, y juegan con las cosas de comer, y transmiten la idea de que el problema se resuelve con las masivas recogidas de alimentos que se hacen en determinadas fechas del año.

Campañas promovidas y desarrolladas, de forma ejemplar y solidaria, por organizaciones como el Banco de Alimentos (por cierto, llamarle “banco” a esto, tiene su guasa), gestionados mayoritariamente por personas mayores, y que, paradójicamente nació para evitar el despilfarro de alimentos en un periodo de bonanza económica y que ha sabido dar un giro a sus objetivos, y servir para cubrir las deficiencias alimenticias de infinidad de familias. Y estos, los del Banco de Alimentos, son los que no juegan con las cosas de comer, pues se lo toman muy en serio.

 
En cambio nuestros gobernantes están a otras cosas, y no me gustaría darles ideas, pero al ver las colas en los Bancos de Alimentos para recibir comida, me he acordado de las colas que, entre 1939 y 1952, hacíamos la mayor parte de los españoles en las tiendas de comestibles, con la Cartilla de Racionamiento en la mano, para comprar lo que la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes tenían a bien concedernos.


Esperemos que llegue pronto un nuevo 15 de junio de 1952, fecha en la que se eliminó el Racionamiento de Alimentos y su  carismática Cartilla con los preciados “cupones”, y que las buenas personas que gestionen el Banco de Alimentos se puedan dedicar a otras cosas. Eso querrá decir, tal vez, que nuestros gobernantes han dejado de jugar con las cosas de comer, y se comportan como niños buenos.