La historia
del jornalero Coulibaly, apuñalado "presuntamente" por su jefe.
"14
grapas", dice Mahamadou Coulibaly, con aire resignado y semblante
serio. Está sentado en un banco, bajo un sol de invierno que apenas calienta,
en la plaza Santa Isabel de Jaén. Dos muletas descansan a su izquierda. Lleva
una gorra azul de una empresa de muebles, un pantalón de pana beige y un ajado
abrigo gris, que le queda pequeño, abrochado hasta el cuello.
14 grapas
fueron las que le pusieron en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda
(Jaén) el pasado 10 de diciembre después de que su patrón, según denunció, le
apuñalara presuntamente en el “interior del muslo izquierdo con un cuchillo”,
según recoge el parte que el Servicio Andaluz de Salud envió al juzgado
de guardia después de atenderlo. La herida que le produjo la cuchillada
requirió una intervención quirúrgica. Más de un mes después aún le duele,
necesita curas, le obliga a llevar muletas y le tiene impedido para trabajar.
Coulibaly nació en 1989, en Bamako, capital
de Mali. Un país hoy desestabilizado: el Sahel donde también una fuerte
presencia de tropas internacionales –en torno a 20.000–. Hace un lustro dejó atrás su casa y su familia, compuesta por
su padre y 5 hermanas. En ese tiempo, recorrió el Magreb –Argelia, Libia, Túnez
y Marruecos– A finales del año 2017 logró cruzar el Estrecho de Gibraltar en
una “embarcación tipo toy” con otras 56 personas, según recoge un documento de Interior,
expedido en Algeciras. “Lo intenté 20 veces antes de conseguirlo. La patera
salía al mar, pero regresaba a tierra cada vez. Cada vez tenía que pagar. 200
euros, 400, 900. Una cantidad diferente cada vez”. Domina el francés y también el
bambara y otros idiomas de Mali, un país plurilingüe, en el que se hablan
decenas de lenguas y dialectos.
Es
solicitante de asilo, una petición que mientras se resuelve –el atasco en la
resolución de solicitudes es algo habitual–, le permite trabajar en condiciones
legales. Las normas prevén que las personas que reclaman protección
internacional puedan trabajar en España una vez transcurridos seis meses desde
la presentación de su solicitud, siempre que esta hubiera sido admitida a
trámite y no estuviera resuelta por causa no imputable al interesado. Este es
el caso de Coulibaly.
La denuncia
Coulibaly asegura que el apuñalamiento se produjo
después de que se negase a trabajar sin seguridad porque consideraba peligrosa
la tarea que le encomendaron –meter una maquina en una pendiente muy
pronunciada–. Entonces, se produjo un conflicto en el que resultó agredido por
el suegro y la esposa del patrón. Jura y perjura, y así lo manifestó a la
Guardia Civil, que él evitó devolver esa agresión.
Después, “de
manera sorpresiva”, según se puede leer en el atestado elaborado por la Guardia Civil, el patrón le “ataca por
la espalda”, “dándole un golpe en la misma con uno de sus brazos haciendo que
se desplace unos metros hacia delante”. A continuación, el jefe “se abalanza
sobre él y tras agarrarlo del pecho con la mano izquierda saca con la mano
libre una navaja [una especie de cuchillo, que se usa habitualmente en la zona]
del bolsillo trasero de su pantalón y se la clava sobre el muslo izquierdo”.
Luego, “sin
soltarla del puño la desplaza hacia arriba [lo que agrava la herida] y tras
sacarla intenta agredirle nuevamente al dirigir violentamente [el cuchillo]
hacia el estómago, pudiendo [Coulibaly]
repeler la agresión al sujetarle la mano”. Mientras, el jefe le dice que “lo va
a matar”.
Esta escena
termina cuando otro de los trabajadores que ve lo que está sucediendo “corre”
para auxiliarle y agarra al empleador “por detrás para evitar que siga
agrediendo” al jornalero. Este compañero, al ver la sangre, obliga a Coulibaly a montar en el coche del
jefe, un Nissan, para ir al hospital. En él, se suben el patrón, su esposa, y
los dos temporeros.
Allí se
inicia una secuencia de puro terror, en la que mientras él se aplica un
rudimentario torniquete en la pierna con sus propias manos para evitar la
pérdida de sangre, la esposa del patrón intenta evitar que Coulibaly les denuncie y, al no
lograrlo, llama a su abogado “y tras contarle que su marido ha pinchado a uno
de los trabajadores en el campo, lo están trasladando al centro de salud, este
les dice que no cuenten la verdad, que digan que ha sido un accidente laboral y
que se ha pinchado en la pierna con una vara”.
En un
momento, durante el trayecto, el jefe para el coche en una rotonda y –siempre
según el testimonio recogido en el atestado de la Guardia Civil– “tras bajarse
saca una vara de la parte trasera del vehículo y tras cogerla amenaza al
compareciente con matarlo si no firma unos documentos que su mujer le entrega
en el momento. Ante la negativa de este, vuelven a montarse en el coche y se
dirigen hacia el centro sanitario”.
Una vez en
Villanueva del Arzobispo, a unos 50 kilómetros de distancia de Orcera, al paso por la comisaría de
policía local, Coulibaly
"llama la atención de un policía que se encuentra en la puerta y ante el
temor de que pueda contar lo ocurrido, la esposa se baja rápidamente del coche
y le dice al agente que no hay ningún problema, que van al centro de salud, que
ha habido un accidente laboral y que uno de los trabajadores tiene una herida en
la pierna”, se lee en el atestado.
Finalmente,
después de toda esa peripecia, Coulibaly
fue atendido de sus heridas en el centro de salud de Villanueva del Arzobispo y
derivado luego al Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, donde fue intervenido.
¿Cómo es
posible que un empresario y su familia agredan a un empleado?