martes, 20 de febrero de 2018

La huella generacional




Santiago Cambero Rivero
Profesor asociado
Departamento de Dirección de Empresa y Sociología
Universidad de Extremadura.

La European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, en su anuario de 2011, apuntaba que en las próximas dos décadas, aumentará el promedio de edad de la población activa y disminuirá el número de hombres y mujeres en edad laboral, por lo que habrá que encontrar la fórmulas de desarrollo de las aptitudes y la empleabilidad de los trabajadores de más edad, manteniendo al mismo tiempo la salud, la motivación y las capacidades de los trabajadores senescentes. Asimismo, señalaba que deberían tomarse medidas de lucha contra la discriminación por edad y los estereotipos negativos atribuidos a los trabajadores sénior y, sobre todo, deberían adaptarse las condiciones de trabajo y las oportunidades de empleo a una población activa de edad diversificada.
En este escenario socio-demográfico surge el concepto de “huella generacional”, que pondera el impacto organizativo de los procesos de intercambio de información y conocimiento entre las personas de distintas edades y generaciones que cooperan para la consecución de fines organizacionales. Es decir, personas de varias edades que coexisten e interactúan en espacios públicos o privados significativos, cuya meta común es la inclusión social de todas estas personas, sin discriminación alguna por motivos de género, capacidades o edades, en sociedades donde la solidaridad entre generaciones contribuye al mantenimiento de las condiciones de vida hacia el bienestar general.
En el ámbito de la empresa privada llevan algunos años implementando políticas de gestión de la edad que se inscriben en el marco de la gestión de la diversidad (religión, idiomas, culturas, sexo, diversidad funcional, etc.), por sus efectos positivos para todos los trabajadores en términos de relaciones entre generaciones y las ventajas para las empresas en cuanto a factores económicos, productividad y oferta de mano de obra. Quizá estos elementos ya estén presentes en ciertas empresas, especialmente de tipo familiar que son concebidas como un proyecto de vida de varias generaciones, pero hay otras organizaciones como el sector público o el Tercer Sector que no evidencian la práctica de procesos de intercambio de conocimiento entre las personas de diferentes edades o de optimización y retención del talento.
La huella generacional es un fenómeno de transmisión-recepción entre personas de distintas edades y generaciones de experiencias técnicas, procedimentales y actitudinales, relaciones institucionales, búsqueda de fondos o gestión de personas que añadan valor añadido al propio trabajo profesional. Este es el desafío de las organizaciones en los tiempos venideros si pretenden ser más eficaces con menores recursos económico-financieros públicos y privados.

sábado, 10 de febrero de 2018

El otoño de la vida



Alabanza a la Madurez
Un exhorto para disfrutar de los
mejores años de nuestra existencia
Francisco Arámburo Salas

¡Adiós a la Juventud!
Indudablemente la juventud es una edad dorada y recordada siempre con nostalgia. Es una breve época inolvidable, romántica, vibrante, emotiva y feliz.
Es una dichosa etapa creadora y vigorosa en la cual todo es fresco y novedoso, como una vaporosa nube en el firmamento con destellos de color de rosa. PERO....
...hay que reconocer que esa misma juventud tan alabada, tan cantada y suspirada, es también una época llena de luchas, de preocupaciones, de negros nubarrones, muchas veces de privaciones y nunca exenta de incertidumbres, celos, zozobras, competencias, temores, rivalidades y ansiedades.
Es como una regata en la cual hay que estar compitiendo constantemente para lograr un ansiado trofeo.
El gran cambio
Afortunadamente tanto en la naturaleza como en los seres humanos, “después de la tempestad viene la calma.” Y quizá lo mejor de la juventud... es que ya pasó. Es como una hoja que lleva suavemente la corriente
Lo cierto es que sin saber cuándo, ni poder definir con exactitud una edad determinada (para unos antes y para otros después), en cierto punto impreciso de la vida llega ese lapso en que todo aminora su marcha y se detiene, posándose suavemente, sin prisas, dentro de nosotros mismos.
El cauce se transforma en una corriente de paz que se mueve lentamente, casi sin sentirlo, hacia esa infinita grandeza, profunda e inconmensurable, que es el  final de todos los viajes y adonde van a parar todos los ríos: el mar
Esta etapa, queridos amigos, es la MADUREZ. ¡Pues que sea bienvenida!
Veamos: la madurez no es exactamente el mediodía de la vida, ni la tarde, ni la noche. Más bien yo diría que es ese impreciso momento que llega sigiloso con las primeras horas del día, abarcando esos instantes brumosos y volátiles que se disuelven poco a poco al ser tocados por los emergentes rayos del sol: LA MADRUGADA
Y algo extraordinario: Ahora no nos inquietan las modas ni los cambios que experimentan las nuevas generaciones, ni nos mortifican ni afectan las nuevas corrientes o costumbres, pues nosotros no estamos obligados a cambiar ni a iniciar nuevas modalidades.
Nuestra edad es ya ssuficiente justificación para mantenernos al margen, aunque sin desentendernos de lo básico y lo esencial.
Nosotros, mal que bien, por lo menos llegamos a la recta final. Y eso está como para celebrarlo. ¡Ya la hicimos!
Al llegar la madurez cesan las dudas y las incertidumbres. Ya no es necesario hacer tareas ni desvelarse estudiando, correr tras el autobús por las mañanas, presentar agobiantes exámenes, pasear a la novia o preocuparse por conseguir empleo.
Definitivamente lo que íbamos a ser, ya lo somos. Y lo que no íbamos a ser, ya no lo fuimos… ni lo seremos. No a estas alturas. De eso no hay duda. ¿Entonces para qué preocuparnos?
Para los que “cruzamos la frontera” y estamos al otro lado, colocados sobre esta amplia, tranquila y bien ventilada terraza, ya no hay carreras, nerviosismos, competencias, prisas, luchas ni duelos a muerte. Nuestro sitio está en el palco, no en el ruedo. O por lo menos, detrás de la barrera.
La edad de los impulsos arrebatados, pues, ya ha terminado. Atrás quedaron angustias, zozobras, indecisiones y dudas. ¡Y qué bueno! Si esta es la madurez... pues bienvenida madurez.
HOY es aquel futuro del cual estábamos tan temerosos AYER. Y ya ven, todo salió bien. Después de todo... ¡aquí estamos!
La conclusión entonces es que, como en la madurez ya no hacemos planes a largo plazo (ni debemos), es necesario que se empiecen a ver YA los resultados de todo aquello para lo que antes trabajamos, planeamos, ahorramos y nos preparamos a lo largo de la vida.
Ya no hay que seguir posponiendo más las cosas, ni hacer planes inalcanzables “para el futuro”, pues para nosotros, óiganlo bien...El futuro ya está aquí
¡El tiempo apremia!
De manera que ya no esperen más. Mientras gocen de relativa buena salud y puedan moverse fácilmente todavía; mientras puedan comer y beber de todo y disfrutar de los atractivos de la vida, aprovéchenlos. Abran ya sus botellas de coñac francés y usen sus vajillas de Bavaria y sus cubiertos de plata, pues ¿para cuándo los están guardando? Podría meterse un ladrón y vaciarles la casa, ¿y de qué les sirvió haber guardado todo por tanto tiempo? Que no tengamos que decir después  “Qué  temprano se nos hizo tarde”
Tampoco esperen ya ningún mañana brillante y glorioso, singular y perfecto. Si iban a comprarse “algún día” una lancha, una moto, una autocaravana, una cámara digital, una computadora, y pueden hacerlo (y les gusta), ¡pues cómprensela ya! Este es el momento preciso, no pierdan tiempo.
Y si estuvieron haciendo planes toda la vida para realizar algún viaje a Europa, a las Cataratas del Iguazú, a Hawaii, a Alaska, a China o a la  Patagonia, pues antes de que otra cosa suceda, como una devaluación, una operación repentina o un infarto... ¡VÁYANSE YA! ¿Qué esperan?
En lo personal, y por lo que a mi respecta, ciertamente descubrir el arribo de la madurez me ha fascinado y me llena de gozo. Estoy gratamente impresionado. ¡Nunca imaginé que fuera así!
Con inusitado asombro descubro día a día nuevas sorpresas y satisfacciones que nunca soñé que existieran. Al sentirnos en paz con los demás y con nosotros mismos,  recordamos la sabia reflexión de Amado Nervo, quien lo resumió así:
“Vida: nada me debes.
 Vida: nada te debo.
 Vida: estamos en paz.”