por Ramón Bayés
Profesor Emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona
Cuando
alguien alcanza esta etapa o momento de su vida en que se jubila (con cierta
dosis de júbilo) o lo jubilan (sin júbilo alguno), su biografía no ha
finalizado. Incluso, para algunos, una parte substanciosa de la misma tal vez
no haya hecho más que empezar. Es cierto que, en el seno de una cultura que
admira la juventud, la acumulación de bienes y la inmediatez hedonística, los
que llegamos a la vejez solemos hacerlo, como señalan Skinner y Vaughan (1983),
con el estereotipo de tacaños, reiterativos, pelmas, lentos, irritables, quejicas,
olvidadizos, ineficientes o carrozas.
Pero
disponemos de ejemplos de personas centenarias (recordemos a la Premio Nobel de
Medicina Rita Levi-Montalcini o al médico catalán Moisés Broogi) que nos
muestran que este modelo negativo de anciano no refleja necesariamente una
realidad universal. Nos incumbe a los que hemos llegado a la jubilación
sustituir los estereotipos que nos atribuye la sociedad por otros más positivos
– serenos, tolerantes, flexibles, generosos, compasivos, eficientes, no
repetitivos, con sentido del humor, - demostrando con nuestro comportamiento
que la vida, una vida plena y activa, puede prolongarse en bastantes casos, más
allá de la jubilación
Aun
admitiendo que la existencia de la jubilación constituye un innegable logro
social, la rigidez de una frontera prefijada de edad conduce inevitablemente a
un café para todos, que a algunos les sabrá amargo y a otros agua teñida. En el
fondo, las normativas de jubilación vigentes en muchos países occidentales
equivalen a una simple discriminación por edad, tan discutible, en principio, como
la discriminación por sexo, raza o religión. A pesar de su dificultad, es
necesario conseguir, un modelo de jubilación flexible capaz de adaptarse, tanto
a las necesidades colectivas como a las individuales. Es preciso, tener en
cuenta que la variabilidad interindividual se incrementa a lo largo de la vida,
lo cual supone, por ejemplo, que desde un punto de vista cognitivo, a igualdad
de edad, los ancianos son menos semejantes entre si que los jóvenes (Fernández-Ballesteros,
2009) y que algún día, lo más pronto posible, las “jubilaciones a la carta”
deberían sustituir a las “jubilaciones-menú”