lunes, 30 de diciembre de 2019

Ser padre


Por Pedro Zarrageta

En el reino animal el instinto maternal de las hembras es algo consustancial al hecho de ser hembra. Es un hecho innegable en todas las especies. Gracias a ese instinto la raza continúa y se propaga. Sin ese instinto cualquier especie animal se extinguiría. Es cierto que en algunas especies no es necesaria esta protección maternal. Por ejemplo las tortugas. Nacen solas de los huevos depositados por si madre en la arena, corren al mar y allí tratan de sobrevivir por ellas mismas. Si la especie continua es por la gran puesta de huevas que pone la tortuga hembra ya que la inmensa mayoría morirán antes de llegar al estado adulto. Eso no quiere decir que la tortuga hembra no tenga ese instinto maternal. Todo lo contrario, ya que a pesar de los peligros que para ella suponga, sale a la arena, hace un gran agujero en ella, pone los huevos en diversas oleadas y los tapa y borra sus huellas para que los posibles depredadores no sepan de la puesta de huevos. Hay especies de tortugas donde esa tortuga madre, una vez hecha la apuesta en la arena, se queda de guardia en las proximidades para evitar que algún depredador desentierre los huevos para comérselo.
Una vez reconocido este instinto maternal de las hembras en el mundo animal, nos preguntamos, ¿y qué ocurre con la especie humana? Pues exactamente lo mismo. Las mujeres también poseen ese instinto de protección maternal gracias al cual la raza humana se reproduce, crece, se multiplica y se extiende.
Pero llegados hasta aquí surge otra pregunta ¿no son necesarios dos para reproducirse? ¿dónde está la otra figura? La otra figura es el padre. Y resulta que en esta función de la reproducción en el reino animal no se sabe nada de él. Al parecer en algún momento hubo un macho que conectó con la hembra y luego..., ya no se sabe más. Claro que aquí también hay excepciones. Los pájaros que atienden en pareja a la nidada, los pingüinos, y pocos más. Y de los pájaros, en muchas especies, una vez ha salido adelante la nidada, cada cual, padre y madre, por su lado. Es también cierto que algunos de estos que van por su lado, a la temporada siguiente se buscan y si se encuentran vuelven a tener otra nidada compartida. Pero no siempre es así.
En la especie humana hay de todo. Desde los machos que acompañan a la hembra de por vida, los que la acompañan durante un rato, y los que se aparean y desparecen. Me inclino a pensar que la especie humana es básicamente de este último grupo. Que cuando existe ese acompañamiento del macho a la hembra durante toda la vida es por cultura. Cultura producida inicialmente por la necesidad de la protección social de unos seres a otros en un mundo primigenio y peligroso, donde los seres humanos eran pocos, vivían en grupos muy pequeños, pocos años y en un mundo muy amenazador y expuesto. Tan peligroso que por eso vivían pocos años.
En esa cultura inicial, esa realidad del emparejamiento de por vida pasa al ideario de la especie, y de ahí se incorpora en las religiones que van surgiendo. Y a través de las religiones llega hasta nuestros días en forma de cultura, a pesar que casi todas las sociedades admiten el no emparejamiento de por vida mediante el reconocimiento de las separaciones, divorcios y repudios.
¿Y por qué se produce ese reconocimiento de las separaciones, divorcios, repudios, abandonos,...? Porque el macho humano al igual que en la mayoría de las especies animales no tiene ese sentimiento maternal, aquí diríamos paternal, por las crías. Para el humano las crías son una consecuencia de su relación con la hembra y ahí se termina la historia. Ya sé que mucha personas que lean esto (sé que tengo muchos seguidores) no estarán de acuerdo con ello. Claro que no! Porque existe por encima de las inclinaciones de la naturaleza, la cultura interiorizada de muchos miles de años (y el amor). Y esa cultura nos hace tener y desarrollar también el instinto paternal. Pero, ojo!, no es un instinto básico sino desarrollado.
Sé hombre culto y no animal de instintos!

viernes, 27 de diciembre de 2019

Sueño o no sueño


Ramon Zarrageta
Es un sueño recurrente. Estoy en la puerta del Cielo queriendo entrar y San Pedro no me deja, me dice que no es mi momento. Insisto. Sigue sin dejarme entrar. Atasco la puerta. Tiene que venir Jesucristo y él me explica que no puedo entrar porque aún no estoy muerto. Que me vuelva de donde he venido y que espere.
Así que me quedo en la puerta. Bueno, cerca de ella. Hay allí un banco como esos de piedra que hay en la tierra que son dos piedras verticales que hacen de pies y una piedra horizontal, paralelepípeda que se apoya en las anteriores. Me quedo allí porque no quiero volverme a la tierra, quiero entrar.
Mientras, hay una larga fila a la entrada del cielo que en realidad no llega a formarse como tal ya que la entrada es fluida, pero la gente acude a la entrada en abundancia. Es lógico: con todos los que se mueren en el mundo con todos los que son.
Y desde luego los que vienen aquí ya saben ellos mismos que son los que deben de venir. No hay apenas personas que sean rechazadas para que vayan al Infierno. De vez en cuando alguno, que en todas partes hay algún listillo.
Me siento en el banco y contemplo el Cielo. Es todo blanco y es algo así como una ciudad medieval de perfil bajo rodeado de una muralla almenada con una puerta por donde se entra. Todo es blanco, como algodonoso, como si estuviese formado por las nubes. Hasta el suelo es blanco y como algodonoso. No llegas a ver tus pies porque están metidos en algo blanco que no sientes. Debe ser la nube.
Ese Cielo con forma de ciudad está situado como en la parte alta de una colina a la que se llega subiendo por la ladera. La pendiente es pequeña y por tanto es fácil de llegar. El banco en que estoy sentado está un poco más abajo que la puerta de entrada, pero muy poco. Está situado a la izquierda de la puerta según se accede a ella.
Miro con envidia a las personas que acuden a la entrada y entran. No conozco a ninguna. Seria mucha casualidad con lo grande que es el mundo. Y espero.
Espero y reflexiono. No tengo que estar allí porque no estoy muerto. Esto debiera de ser una buena noticia, saber que estoy vivo. Pero para mí es una mala noticia y estoy entre triste y enfadado. No quiero volver a la tierra que es lo que me han dicho porque no quiero vivir más. Así que estoy allí pasando el tiempo a ver si de mientras me viene la muerte.
Y dándole vueltas a estos pensamientos paso el tiempo hasta que se va el sueño porque despierto en mi cama o porque se me pasa la fase del sueño.
Pero al de unos pocos días vuelvo a soñar lo mismo. Es un sueño recurrente.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Leyendas de Toledo


La grandeza de Toledo no solo se puede medir por la belleza de sus calles o el sabor de sus tradiciones, sino que solo hemos de sumergirnos en su historia para comprobar que estamos ante una ciudad única. Muchos son los asuntos que se han despachado en la capital castellano-manchega y numerosas las leyendas que han llegado hasta nuestros días.
El Pozo Amargo
En la calle que lleva su nombre se encuentra el famoso Pozo Amargo, llamado así por los sucesos que al parecer acaecieron allí en plena Edad Media. Cuenta la leyenda que el cristiano Fernando y la judía Raquel cayeron rendidos en los brazos de Cupido. Sin embargo, sus diferencias religiosas impedían que ese amor pudiera llegar a buen puerto, de modo que se encontraban a escondidas junto a un pozo. Allí estaban seguros pues era una zona poco transitada. Pero estaban equivocados, el padre de Raquel fue testigo de uno de esos encuentros y entró en cólera. Ni corto ni perezoso sorprendió a los enamorados y clavó un puñal en la espalda de Fernando, que muerto cayó al pozo.
Aquel suceso destrozó a su amada, que cada noche iba a llorar a su antiguo amor. Y se dice que tantas fueron las lágrimas que brotaron de sus ojos y cayeron al pozo que el agua se tornó amarga. De hecho, tal fue la pena que una noche, creyendo escuchar a su amado desde el fondo, Raquel se dejó caer, perdiendo también su vida.
Florinda la Cava
Esta leyenda cuenta el porqué de la invasión árabe a la Península Ibérica, aunque, como es evidente, las razones fueran otras de índole militar, religioso y político. El caso es que Florinda era hija del Conde Don Julián, que decidió enviarla a Toledo para que recibiera una buena educación.
Una vez allí, a la muchacha, que destacaba por su gran hermosura, se le ocurrió bañarse a orillas del río Tajo junto a otras doncellas, con la (mala) suerte de que rey Rodrigo, a la postre último monarca visigodo, la vio. Enaltecido por la pasión, Rodrigo decidió que debía poseer a Florinda y, claro está, la joven no pudo negarse (hay fuentes que hablan de que ella le sedujo y otras de que fue violada). Este hecho llegó al conocimiento de su padre, que ante tal afrenta, decidió vengar el deshonor de Florinda ayudando a los musulmanes a cruzar el Estrecho de Gibraltar para enfrentarse a las tropas de Rodrigo.
El desenlace fue la derrota visigoda en Guadalete y la invasión de los territorios cristianos. Cabe añadir que la leyenda se hizo popular y que Florinda fue conocida como la Cava, que en árabe significa “mala mujer” o incluso “prostituta”.
El Cristo de la Calavera
Esta leyenda también hace referencia a asuntos amatorios. Y es que no hay mejores argumentos que los relacionados con el corazón. En esta ocasión, el de dos caballeros toledanos llamados Lope y Alonso enamorados de la misma dama: doña Inés.
Tal y como se hizo eco Gustavo Adolfo Bécquer en sus Leyendas, cuando a la dama se le cayó un guante, ambos pretendientes corrieron prestos a recogerlo. Lope y Alonso lo agarraron cada uno por un lado y se negaron a soltarlo. El amor de Inés así lo merecía. Entonces, el rey intervino y se lo devolvió a la dama. Sin embargo, los caballeros no quedaron conformes y se citaron para batirse en duelo.
Buscaron el lugar adecuado, en una calle cercana a la Plaza de Zocodover y desenvainaron sus aceros. Pero quedaron sorprendidos cuando en el momento en que chocaban sus espadas, la luz del candil se apagaba… para volverse a encender poco después. Así ocurrió varias veces y entonces comprendieron que se trataba de una señal de Dios para frenar el duelo. Volviendo juntos pasaron junto al balcón de Inés y se encontraron a un hombre descolgándose a escondidas desde el mismo después de dedicarse algunas carantoñas. la dama estaba con otro y entonces empezaron a reír a carcajadas.
Al día siguiente, cuando partían hacia la batalla, Inés esperaba ver quién de los dos había ganado, pero se encontró a Lope y Alonso cabalgando juntos y soltando una nueva carcajada al pasar a su lado.
La casa del diamantista
La cuarta leyenda nos lleva a orillas del río tajo, a una casa habitada en el siglo XIX por un famoso orfebre llamado José Navarro. Era tal su fama que Doña María Cristina de Nápoles, madre de la futura reina Isabel II le encargó que realizara la más bella corona real para su hija.
Debía estar preparada para el día de coronación, pero al orfebre no se le ocurría ningún diseño sobresaliente. No estaba satisfecho con sus ideas y el tiempo se le echaba encima. Un día, agotado por el cansancio, se quedó dormido en su estudio y al despertar se encontró con el boceto de una preciosa corona.
¿Cómo había ocurrido aquello? Ante la belleza de la misma, se puso a crearla, tallando piedras preciosas y moldeando sus formas. El día se acercaba y no paraba de trabajar. Tanto era así que cada noche caía rendido y se dormía en su taller y al despertar se encontraba con la labor acabada. Así que un día decidió fingir que dormía y cuál fue su sorpresa cuando presenció cómo pequeños duendes ataviados de ropajes con múltiples colores salían del río y se ponían a trabajar en la corona. A la mañana siguiente, la corona estuvo terminada y no hubo ninguna más bella.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Eguberri on


por Poncio Pilato

Eguberri on es la fórmula tradicional de felicitar las Navidades. Literalmente vendría a decir “Buen sol nuevo”. Algunos dirán: “No. Significa buen día nuevo”. En euskera sol (eguskia) y día (egun) son el mismo concepto, en oposición a la noche. Vamos a explicar de dónde viene esta fórmula y por qué se emplea para la Navidad. Para ello recordemos el mundo romano en cuya cultura se insertó la celebración del nacimiento de Cristo.
Entre los dioses del mundo romano, figuraba Saturno dios de la agricultura y la cosecha, por lo que entre el 17 al 23 de diciembre, se celebraban las Saturnales (en latín Saturnalia), importantes  fiestas romanas en honor de este dios.
Por tanto las Saturnalias eran unas importantes  fiestas en honor Saturno, por ser dios de la agricultura. Y entre los dioses era una figura en la Roma primitiva tan importante como Júpiter. La raíz de la festividad era el calendario agrícola y el Solsticio de invierno, por lo que las primeras se celebraban del 17 al 23 de diciembre, a la luz de velas y antorchas, por ser el Solsticio el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de invierno).
Los romanos “oficializaron” las Saturnalias alrededor del 217 a. C. Oficialmente se iniciaban el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, al pie de la colina del Capitolio (aun en pie las columnas de la entrada al templo)
Aunque oficialmente la fiesta era el 17, con las proverbiales ganas de cachondeo del romano medio, diversos Cesares fueron alargando las fiestas  hasta que finalmente se estableció un ciclo de siete días, del 17 al 23 de diciembre.
Era un periodo importantísimo en la agricultura para todas las culturas agrícolas, ya que la posición descendente del sol en el horizonte se invierte en el solsticio de invierno, el cual tiene lugar entre el 20 y el 23 de diciembre dependiendo del el calendario establecido (del 24 de diciembre al 25 de diciembre según el calendario juliano, introducido por Julio César en el año 46 a.C.).
Esta situación, en el mundo romano quedó reforzada hacia el año 62 a.C., cuando los soldados romanos adoptaron como dios, a su manera, al dios Mitra y le agregaron características no persas, crearon una religión llamada mitraísmo que se expandió rápidamente por todo el Imperio romano.
Era un dios solar de la antigua Persia, actual Irán (su nombre es mencionado por primera vez en un tratado entre los hititas y los mitani escrito hacia el 1400 a. C.), cuya adoración se difundió por la India y como estamos diciendo también por el Imperio romano de forma muy rápida desde el año 62.
Mitra (o Mithra) era el dios responsable de dar protección cuando había un ataque. Protegía a los fieles y castigaba a los infieles. De ahí que la tomasen inicialmente los soldados. Mitra nació en la noche más larga del año. Simbolizaba el nacimiento de la luz y la esperanza y la renovación de la naturaleza, con lo que reforzaba la idea base de las fiestas Saturnales.
El emperador Aureliano hizo oficial la religión mitraica en el año 274 y compitió con el incipiente cristianismo por grandes similitudes entre ambas religiones. La religión mitraica celebraba cada 25 de diciembre el festival del Natalis Solis Invicti (el nacimiento del sol invencible). Es el sol invicto que renace, que se acopla a las fiestas saturnales y donde cabe el deseo de “buen sol nuevo”.
El emperador romano Constantino adoraba a Mitra (en su variante Sol Invictus), pero cuando aspiraba al poder tuvo que luchar con su rival Majencio y dice la leyenda que la noche previa de la batalla de Puente Milvio tuvo un sueño en el cual vio una cruz dentro de un sol con la inscripción "con este signo". Fue así como se apoyó en los cristianos (estos le dieron su apoyo porque su madre Helena era cristiana), venció a su rival, llegó a emperador y los favoreció con concesiones y construcción de templos, y por eso el cristianismo se extendió mucho bajo su mandato en todo el Imperio y desplazó al mitraísmo en el siglo IV, hasta convertirse en la única religión oficial del imperio con Teodosio (379-394), imponiendo la fecha del 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo, aunque finalmente se estableció como la noche del 24 al 25 de diciembre.
El mitraísmo se prohibió oficialmente en el año 391, aunque se mantuvo su práctica clandestina durante algún tiempo.
No se sabe exactamente cuando nació Jesús. La razón por la que usamos el 25 de Diciembre, fue porque esta era una de las celebraciones más solemnes del Imperio Romano: la fiesta del nacimiento del Sol Invicto, una variante religiosa del culto de Mitra, un mesías salvador de origen oriental, religión muy mayoritaria entre los romanos antes de la generalización del cristianismo. Por eso los cristianos eligieron esa fecha.
Y de aquí viene la palabra navidad, del latín nativitas que significa "nacimiento", pues se celebra un nacimiento. La palabra latina nativitas viene del verbo nasci (natus [nacido] = nativitas [cualidad de nacer]). Del verbo nasci nos llega también las palabras: nacer, nación, nacionalidad, nacionalismo, natividad, naturaleza, etc.
En aquellas fiestas de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos, asociado a Saturno, dios agrícola protector de sembrados y garante de cosechas junto con el dios Mitra, el sol invicto que renace, se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz (¿Nos suena todo esto?). Los romanos amigos y familiares, se hacían regalos (en un principio, recordando a antiguos rituales, velas o figurillas de barro) como los que se hacen en la fiesta de la Navidad.
De sobra es conocido que los vascos no tuvieron ninguna relación con los dioses romanos. Pero en aquel tiempo las culturas eran agrícolas, y al igual que los roamnos, vivían ese periodo en que las noches dejan de acortarse y los días comienzan a ser cada vez un poco más largos. El rey Sol renace. Es entonces cuando toma todo su valor la forma tradicional de buenos deseos para el nuevo periodo de cosechas: “Eguberri on” (buen sol nuevo), donde posteriormente hemos visto el cristianismo fija el nacimiento de Jesus.
Zorionak es una forma moderna-modernísima de felicitar las pascuas. Sin tradición alguna. Zorionak es en realidad la traducción del “Felicidades” castellano. El problema radica en que felicidades es una forma que no tiene sentido. Decir “(las) felicidades” en euskera no tiene sentido alguno y carece de la más mínima tradición o lógica lingüística dentro de esa lengua. No es que esté mal la palabra «zorion(a)«, ‘(la) felicidad’, totalmente correcta, sino el uso que hacemos de ella en plural y sin acompañar a nada, porque queda coja, sin sentido. Puede tener sentido por tradición en el castellano pero no una traducción literal del mismo al euskera.
Tradicionalmente, para felicitar las Navidades en euskera han sido usadas fórmulas como Eguberri on o Gabon zoriontsuak (feliz noche buena) o lo que se quiera. Pero no ZORIONAK, una fórmula castellana travestida a estética de símil vasco.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Es necesario reducir la jornada laboral


No hay trabajo para todos. En esta sociedad posindustrial no hay trabajo para todos. Las tasas de paro están disparadas. España 13,8%, Italia 9,5%, Grecia 16,9%, Zona euro 7,4%,
Paro es sinónimo de desempleo. Desempleado o parado es aquel trabajador que, deseando trabajar, no tiene empleo. Por lo tanto, los desempleados o parados de un país son aquellos que tienen edad, capacidad y deseo de trabajar (población activa) pero carecen de un puesto de trabajo.
La teoría keynesiana, señala que la principal causa del desempleo se debe a que la cantidad de trabajadores que las empresas están dispuestas a contratar está en función de la cantidad de bienes y servicios que esperan vender, y del precio de estos. Cuando la demanda no es suficiente, las empresas prescinden de trabajadores, generando así desempleo.
Las causas de que la demanda no sea suficiente son múltiples, produciendo como consecuencia distintos tipos de desempleo (cíclico, estructural, friccional y monetario). Además existe el desempleo tecnológico que se origina cuando hay cambios en los procesos productivos que hacen que las habilidades de los trabajadores no sean útiles
Esto nos dice que existe un modelo capitalista que busca generar riqueza por medio de ingresos que generan sus trabajadores.
Las nuevas tecnologías, en concreto derivadas del aumento de la automatización y del avance de la inteligencia artificial, están sustituyendo empleos a mayor ritmo que los que somos capaces de crear. La era digital está permitiendo que trabajos que eran desempeñados por cientos o miles de personas, puedan realizarse ya por unos pocos.
La sustitución de puestos de trabajo por máquinas ha estado sucediendo continuamente desde la Revolución Industrial, pero se espera que se acelere significativamente en los próximos 10 o 20 años”, dijo el profesor Johannes Moenius, director de ISEA
Existen, sin embargo, dos diferencias fundamentales respecto al pasado:
  1. Actualmente, las tecnologías digitales están sustituyendo empleos a mayor ritmo que el de creación de nuevos empleos. En otras palabras, a nivel global, está aumentando el desempleo.
  2. La inteligencia artificial tiene el potencial de sustituir (o cambiar de forma extrema) casi cualquier empleo, por lo que no sólo los trabajos de menor valor son sustituidos por la tecnología (como suele hacer ésta), sino también trabajos altamente cualificados.
En el MIT creen que puede ser posible que la actual tendencia nos lleve a un 80% de gente sin trabajar en un futuro algo indeterminado. Imaginaos que, con el mismo nivel de vida actual, sólo 2 de cada 10 personas tengan que trabajar. Nuestra sociedad cambiaría totalmente.
Ante este escenario solo cabe un camino: repartir el trabajo existente.
El trabajo es un bien social y por tanto debe de ser compartido entre los que vivimos en la sociedad.
No debemos olvidar que el desempleo se produce cuando la persona desempleada desee trabajar y acepta los salarios actuales que se estén pagando en un momento dado.
¿Y cómo compartimos el trabajo? Pues como se ha hecho en anteriores ocasiones: rebajando la jornada laboral. Actualmente las jornadas laborales están en torno a las 40 horas de trabajo semanal por reducciones producidas después del Tratado de Versalles de 1919, la Conferencia de Washington de la Organización Internacional del Trabajo del mismo año y la Directiva Europea de 2003. Reducciones producidas a causa del aumento de la productividad. Aunque también se podría decir que la jornada laboral ha crecido, si se consideran las unidades familiares donde se ha pasado de un trabajador a dos trabajadores (habitualmente los dos miembros de la pareja o matrimonio) creando la problemática de conjugar vida laboral y familiar; y este crecimiento a su vez ha incrementado el desempleo.
Sin embargo todavía al menos el 20 por ciento de la fuerza laboral de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Japón trabaja 50 horas o más a la semana, mientras que en la mayoría de los países europeos tal proporción no llega al 10 por ciento e incluso se reduce.
Así que esas jornadas laborales de 40 horas semanales (y con más razón las que sean más elevadas), se deben de reducir a 30 horas semanales, o a 20. Ello conllevaría que las empresas para mantener su producción tendrán que incrementar el número de sus trabajadores, reduciendo por tanto la tasa de desempleados.
No todo será del color rosa para los trabajadores, pues al mismo tiempo que se reduce su jornada laboral también deberá ser reducido su sueldo o salario de forma proporcional. No!, no se alarmen. Esa reducción proporcional será sobre los costes brutos del trabajador (sueldo bruto –con retención-, seguridad social por parte del empresario, y otros).
La disminución del paro y por tanto el paso de personas de la situación de estar cobrando de los recursos del estado (cobro prestación del paro, RGI o similar) pasaría a la situación de ser aportadores netos a las arcas del estado, con el resultado necesario de disminución generalizada de la presión fiscal. Lo que conllevaría sin duda a que los sueldos netos de los trabajadores no se redujesen en la proporción de su reducción de jornada sino en una proporción mitad.
Todos debemos tener en cuenta que para seguir en la sociedad del bienestar, será necesario que todos contribuyamos y por este orden: empresarios, estado y trabajadores.
¿Por qué pongo a los empresarios primero? Porque ellos deberían ser los más interesados (no se les nota de momento) en que continúe la sociedad del bienestar, la cual es la que genera la demanda de sus productos, y además los puede pagar y por tanto comprar. Sin esa sociedad del bienestar cualquier fabricación de productos se hunde, y todo negocio fracasa.
Cualquier otro camino que no sea el descrito conducirá a la corta o a largo plazo a la revolución social. No es posible mantener importantes núcleos de población alejados del mundo del trabajo, sin ninguna actividad, recibiendo a modo de limosna lo que se les ocurra dar a los políticos cuyo horizonte solo es el de las próximas elecciones.