jueves, 16 de marzo de 2017

Las caras bonitas y jovencitas




Joaquín Merino
Escritor y periodista

Ya hemos quedado hace tiempo en que existe una inexorable edad biológica, marcada por los años, y una edad intelectual, subjetiva, personal e intransferible, fruto más bien del ansia de vivir y la volición, espoleadas ambas por una gotita de rebeldía. Este segundo tipo de edad puede tener los años que le dé la gana a su mente rectora, incluso cuando la edad biológica del cuerpo que la alberga empieza a ser una rémora tan nefasta que no da para demasiadas alegrías, allá arriba, en la azotea de ese cuerpecillo que se ha de tragar la tierra. Menos mal que existen antídotos: piensen, por ejemplo, en Stephen Hawking, más valetudinario que nadie independientemente de los años vividos. Ahí le tienen, báilenle, investigando, estudiando, dedicándose a la docencia del Universo, sí, pero también casándose, descasándose, reproduciéndose, disfrutando, no sólo de su sapiencia, sino de su familia, que le quiere y le apoya: ¿acaso no es ésta una vida "normal"?
Cuanto antecede, sin embargo, constituye una realidad ya asumida por mis lectores y lectoras en anteriores homilías, sobre todo si fueron "buenos" y "aplicados" y se aprendieron la lección. Hoy quisiera hablar de otra clase de juventud que se suma con fuerza a las categorías preexistentes: se trata de la juventud de cara, patrimonio, al principio, de famosos y famosas, y que se ha propagado a la masa social más pudiente. No lo critico, no me meto en el cómo, el cuándo o el por qué: sin duda, la juventud del look requiere una voluntad tan poderosa como la necesaria para conseguir una mente juvenil... y no pocas privaciones más. De modo que ¡aupa!, mozos y mozas de caritas tersas, y mi más cordial enhorabuena: ¡la edad no es cosa de años!, ya lo decía yo. Lo que me está impulsando a escribir hace tiempo acerca de tal fenómeno es la proliferación en la tele de rostros familiares de toda la vida asombrosamente embellecidos, rejuvenecidos: conocí y traté a Ana Rosa Quintana,'por ejemplo, hace 20 años, cuando era una chica mona, lista, simpática sin más. ¿Sin más, me parece poco? No, no, es que la redescubro ahora en un anuncio de cremas, o que sé yo, y está mucho más joven, tersa, guapa, con un aura de espiritualidad para mí inédita.
Y... Sí, confieso, he visto también a la admirada y admirable Isabel Preysler en el reportaje de ¡Hola!. Qué belleza, qué esbeltez, qué alcurnia, qué juventud sin ira, y a mucha honra, a sus confesados 57 años. Sus fotos primerizas no tienen nada que ver con este ser sobrenatural, y hasta su marido Miguel Boyer, que me parecía achacoso en los lejanos tiempos de su romance, ha adquirido un saludable look de joven cuarentón veintitantos años después, milagro que alcanza al ex más famoso, Julio Iglesias, allá donde esté... ¿Le mesmeriza Isabel también a él desde esta apartada orilla? No sé, pero mola imaginarlo.

jueves, 2 de marzo de 2017

La responsabilidad social de la empresa





Colaboración
La jubilación se entendía en la antigüedad como el reconocimiento y la gratitud por una larga vida de servicios prestados. Se creía que la entrega a una dedicación, a un servicio, era merecedora de un descanso cómodo. Entonces, en la antigua Roma, la palabra de los ancianos jubilados era escuchada con respeto y se valoraba su experiencia como fuente de sabiduría. Hoy el concepto tiene otras acepciones. Mantiene la primigenia pero se le han añadido otros significados, algunos coloquiales e incluso despectivos. Se jubila antes de tiempo a quien se cree que ya no sirve o a quien estorba a los planes de la empresa. Se jubila antes de tiempo para abaratar costes, contratando personas que sustituyan a quienes llevan mucho tiempo y ganan un salario más elevado.
Estamos viendo cómo grandes compañías, incluso empresas públicas, en la vorágine de una desindustrializacion feroz, adelgazan sus nóminas mandado a casa a profesionales todavía jóvenes sin tener en cuenta su experiencia y sin considerar el valor del trabajo que realizan. En esos horizontes, cumplir 50 años es casi un certificado de que jamás se volverá a disfrutar de un contrato. Se produce la paradoja de que aumenta la vida, la vida útil, y sin embargo, la tendencia es acortar la vida laboral. Se dispone de salud y de capacidad durante más tiempo, gracias a los avances de la ciencia y, sin embargo, se desprecia esa capacidad y se aparta del mercado de trabajo a personas competentes sólo porque llevan más tiempo en las empresas o sencillamente por su edad. Quien no esté cerca de estos sucesos podría pensar en la ventaja de pasar a una situación pasiva compensado con una pensión antes de lo que la ley y la lógica imponen como razonable. Pero en muchos casos, una prejubilación o jubilación anticipada es un desplazamiento prematuro en el viaje de la vida en donde los hábitos y las costumbres, los proyectos, los sueños y las ambiciones no se han terminado de realizar. Se le da descanso a quien muchas veces no lo quiere y no por ayudarle sino por quitarle de en medio. Además del perjuicio que pueda causar individualmente, la jubilación anticipada es un despilfarro de la experiencia acumulada.
Considerar la juventud como un valor en sí mismo es una estupidez. La responsabilidad social de la empresa es un compromiso de capa caída arrastrado por los criterios puramente utilitaristas en los que se desprecia la calidad y se busca el abaratamiento de los costes. La pretensión de que la empresa es un lugar de encuentro entre la propiedad del capital y los trabajadores no se sostiene en quienes por criterio de economía de costos desprecian la dedicación. Al contrario de la Roma antigua, donde jubilar era reconocer, se impone en esta sociedad globalizada que jubilar es apartar. Renovación es una palabra ahora consagrada hasta en la Política. La tendencia es renovar por renovar, no en función de abrir paso a quienes se considera que pueden ser los mejores pero conservando a quienes ya lo han demostrado. Es también una trampa para los más jóvenes porque las pretendidas facilidades de promoción son sólo los primeros peldaños para quitarlos de en medio cuando haya otros más baratos.