Hartu emanak
Colaboración
Hace muchísimo tiempo, antes de los primeros días del
mundo, cuando el hombre estaba a punto
de aparecer sobre la tierra, los dioses del Olimpo se reunieron en un acto
solemne. En aquella reunión decidieron, de común acuerdo, crear a la mujer y al
hombre. Y decidieron hacerlo a su imagen y semejanza. Pero un momento antes de
darles la vida, un jovenzuelo dios dijo:
Si vamos a hacerlos a nuestra imagen y semejanza, van a
tener un cuerpo igual al nuestro y una voluntad y una fuerza y una inteligencia
iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros;
de lo contrario, estaríamos creando nuevos dioses. Por eso propongo que les
quitemos algo. Pero ¿qué les podemos quitar?
Después de mucho pensar, uno de los dioses dijo:
—Ya
lo sé! Vamos a quitarles la felicidad y busquemos un sitio donde esconderla
para que no la encuentren jamás.
Uno de los dioses propuso:
—La
esconderemos en la cima del monte más alto del mundo.
Inmediatamente replicó otro de los dioses:
—No.
Recuerda que les dimos voluntad. Algún día alguien escalará esa montaña y la
encontrará. Y desde ese día todos sabrán dónde está.
Después de un rato de silencio otro propuso:
—Entonces
vamos a esconderla en el fondo del mar.
Pero otro dios replicó:
—Tampoco.
Recuerda que les dimos fuerza. Alguna vez alguien construirá un barco para
bajar al fondo del mar y entonces la encontrará.
Otro más dijo:
—Entonces
vamos a esconderla en un planeta lejano de la tierra.
Todos le dijeron:
—No.
Recuerda que les dimos inteligencia y un día alguien construirá una nave para
poder viajar a otros planetas y la descubrirán. Y, ese día, ya todos tendrán la
felicidad y serán iguales a nosotros.
El último en hablar fue el dios más anciano, que había
escuchado atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Rompió el
silencio y dijo:
—Creo
saber dónde poner la felicidad para que nunca la encuentren.
Todos se sorprendieron y le preguntaron:
—¿Dónde?
Y contestó el dios más viejo: —La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan
ocupados y preocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Y así fue. Desde entonces, mujeres y hombres se pasan la
vida buscando la felicidad sin saber que la llevan dentro.