viernes, 29 de noviembre de 2013

Con ojos de Mayor pero mirada joven




por Sonia Acero
Responsable del Proyecto de Educación para la
Solidaridad del Colegio Santa María de Portugalete


“Pocos apostarían por unir la arruga y el acné, pocos creerían lógicamente que estos dos signos de edad tuvieran alguna vez algo que ver.
Es normal, cada uno de ellos, marca, inevitablemente, una manera distinta de ser y estar en el mundo, unas ganas diferentes de pasear por la vida.
Es distinto el cansancio sentido, el tono de la piel que alberga una espinilla o una arruga que habla por sí sola, el gesto, el brillo de los ojos, la comisura del labio...todo es distinto en ellos... y sin embargo ¡de cuánta vida contenida nos habla el acné, de cuánta donada la arruga!...
Mezclarlas parece casi una locura, un disparate, un grave error...la juventud por su lado, vitalmente rompedora, la vejez por el suyo, reposadamente sabia, adormilada...
Sin embargo...¿ no pertenecen las dos al mismísimo ciclo de la vida?¿ No son ambas imprescindibles para el ritmo de la historia? No imagino un viejo que no haya sido joven, que anhele serlo, no imagino un joven, que aunque en algún momento se haya visto cegado por la locura de la eterna juventud, no se imagine, incluso anhele llegar a ser viejo porque en el fondo sabe, que así, sólo así, llegará a realizarse del todo, completando el ciclo..., sin vuelta de hoja.”
(Sobre los proyectos intergeneracionales)

domingo, 24 de noviembre de 2013

Reflexion



Hartu-emanak

La imagen de la vejez, como cualquier otra etapa del desarrollo humano, está cargada de innumerables estereotipos. Muchos de ellos, negativos, porque a fin de cuentas nos encontramos en un período crepuscular, de ocaso de la vida, y lo asociamos a una visión biológica de decrecimiento.
Aunque en muchos casos no se corresponde con la realidad, se les asigna como colectivo un lugar desvalorizado y se les atribuye un papel pasivo, e incluso exclusivamente de receptores. Es cierto que esta imagen "reduccionista" quiebra con las nuevas generaciones de mayores, con mayor capacidad para reivindicar su espacio y sus derechos, para organizarse y para participar activamente en su entorno, pero ese papel de "agente social" no acaba de tener eco en los medios de comunicación e incluso en buena parte de las propias personas mayores.
Es necesario plantear una estrategia que aborde cómo debemos articular un proceso de empoderamiento de las personas mayores, haciendo realidad el derecho de este colectivo a participar y a ser tenido en cuenta en todos los ámbitos de la vida social, cultural, política e incluso productiva.

domingo, 17 de noviembre de 2013

La Relación abuelos-nietos



La Relación abuelos-nietos ¿Cuidar, Criar, Apoyar?

por Sacramento Pinazo
Experta en relaciones intergeneracionales
II Jornadas de Hartu-emanak en favor del diálogo entre generaciones
(Publicado en Gara el 22 mayo 2011)
Profesora de Sicología social de la Universidad de Valencia, es una veterana experta en envejecimiento activo y en las relaciones intergeneracionales. Ha estado en Bilbo para hablar de las relaciones entre abuelos y nietos, invitada por la asociación de mayores Hartu-emanak.

«Las abuelas por parte materna son las preferidas de los nietos, pero por decisión de las madres»

Cuenta, en primera persona, que antes de dar a luz su madre, profesora a punto de jubilarse, le advirtió: «Yo no voy a cuidar a tu hijo; si me necesitas para momentos puntuales, ahí estaré, pero no para cuidarle todo el día. Me jubilo y quiero hacer muchas cosas».
Sacramento Pinazo, experta en relaciones intergeneracionales y profesora de Sicología Social, asume que para mucha gente, muchos abuelos y abuelas, esta postura puede pecar de egoísta. Sin embargo, es tan respetable, entiende, como la de «la futura abuela que le dice a su hijo o hija que tenga descendencia si quiere, que ella está dispuesta a cuidar de esos niños que vengan». Es más, abuelos y abuelas de hoy, “condenados” en demasiados casos a hacerse cargo de sus nietos, observan con envidia esa postura “egoísta”.
Los llaman abuelos-canguro, abuelos-cuidanietos, hasta ha nacido ya un nuevo síndrome como es el de la abuela-esclava. ``La relación abuelos-nietos: ¿Cuidar, criar, apoyar?'' es el título de la conferencia impartida por esta profesora con más de quince años de investigación en este campo de la intergeneracionalidad. «Lo que queremos observar es si es más lo malo o es más lo bueno de tener que cuidar a los nietos», anticipa.
En EEUU, comenta esta experta, lo llaman el «rol sin rol», o lo que es lo mismo, los abuelos y abuelas han sido empujados a hacer de padres, de maestros, «pero en realidad no lo son; hacen cosas de padres y maestros, pero su papel no está claro». Pinazo rechaza, por ejemplo, el «mal uso del término abuelo», por estar ligado a personas por encima de los 65 años, «que ya no valen». En cambio, propugna, «ser abuelo es una segunda oportunidad para la paternidad, sobre todo en el caso de los hombres, que muchos se la perdieron. “Hago con mi nieto cosas que nunca pude hacer con mis hijos”, dicen algunos».
Una segunda oportunidad cargada, además, de una dilatada experiencia sobre la vida. Dice un proverbio africano que la vida de un individuo no está completa si no tiene abuelo. Por eso, su presencia en la vida de sus nietos es un aporte cuyo valor muchas veces se pasa por alto. «Los nietos suelen decir que aprenden muchos valores de sus abuelos», apunta Pinazo.
Por ejemplo, los estudios señalan que una de las actividades que los abuelos realizan más frecuentemente con sus nietos es hablar. De sus respectivas vidas, del colegio, de deportes, de los amigos. «Las conversaciones con los abuelos se dan en una atmósfera de paz, entendimiento, escucha activa y tolerancia, algo que no siempre ocurre con los padres», considera Pinazo.
Parece evidente la necesidad de formar parte activa de esas pequeñas vidas, pero el problema viene a la hora de establecer en qué medida y cómo. Esta profesora valenciana apuesta por ello, «pero sin pasarse, porque en el punto medio está la virtud». A su juicio, «los abuelos requieren seguridad en sí mismos para ejercer con naturalidad su función de cuidadores, y, para ello, se hace necesario el diálogo con sus hijos». Para ella es clave. «La relación que yo tenga con mis nietos, dependerá mucho de la relación que yo tenga previamente con mis hijos, o sea, sus padres». Diálogo y establecimiento de unas reglas, sostiene.
Esa buena relación con los nietos dependerá también de muchos factores, como la edad de los abuelos, el género, su salud, la distancia de residencia..; y -llama la atención esta experta- el linaje. «Todos los estudios revelan que los nietos prefieren más a sus abuelas por parte materna. Éstas ganan por goleada en el ranking de preferencia de los nietos, seguidas de los abuelos por parte materna, la abuela por parte paterna y, el último, el abuelo por parte paterna. Y tiene su sentido: las mujeres tendemos a ir más a casa de nuestras madres. Al final, los abuelos maternos están más implicados en la crianza del nieto, pero sobre todo por decisión de las madres», explica.
Canguros o cuida-nietos, su papel es fundamental hoy para conciliar la vida familiar y laboral. Pero Pinazo reflexiona: « ¿Corresponden luego los hijos con el sacrificio que hacen los abuelos con sus nietos?».

domingo, 10 de noviembre de 2013

Torres más altas han caído



Ismael Arnaiz Markaida
Miembro de Hartu-emanak

La imagen más triste de la crisis es el cierre de empresas, y con ello el aumento del número de personas paradas. El cierre de Fagor Electrodomésticos tiene, además, otra imagen: la caída de una cooperativa y con ella la puesta en duda del modelo cooperativo.
El cierre de Fagor Electrodomésticos ha llenado de preocupación, tristeza, rabia y protesta a todos los trabajadores y trabajadoras de un territorio de Euskadi donde se ha vivido por, para y del cooperativismo.
Pero los que peinamos canas, o ya no tenemos ningún pelo que peinar, podemos y debemos enviar, modestamente, un mensaje de esperanza, pues ¡torres más altas han caído¡ Y es que esta situación, estas escenas, me han hecho recordar aquellas que se vivieron en la margen izquierda de la ría, cuando se fueron cerrando Altos Hornos de Vizcaya, en primer lugar, y luego el resto de grande empresas dedicadas a la construcción de barcos, la fabricación de equipos, etc.
Fueron años muy duros y se superaron, y la crisis actual se superará. Ese es mi mensaje de esperanza. Ahora bien, se necesitará de instituciones públicas y entidades privadas responsables, de políticos que superen las pelas partidistas y trabajen por el bien común, de buenos empresarios y de personas con ideas claras como lo fue D. José María Arizmendiarrieta, artífice de todo el movimiento cooperativo.
Y lo más importante es que este mensaje de esperanza tiene un fundamento, ya que la recuperación, la salida de esta crisis, la va a tener que hacer una nueva generación de hombres y mujeres de este país. Una nueva generación que es la mejor preparada de la historia, y esto da muchas esperanzas. Solo hace falta que se les dé la oportunidad de hacerlo y que se les deje ser protagonistas de esa nueva vida que siempre nace después de todas las crisis. Aurrera, porque .... Torres más altas han caído.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Empoderamiento y participación social


Extractado de “De cómo luchar contra la discriminación de los Mayores”
Por D. Enrique Gil Calvo
I Semanario-Taller Hartu-emanak
Abril 2004

Las oportunidades más ventajosas para movilizar y desarrollar el empoderamiento de los mayores pasan por explotar tácticamente los conflictos de derechos que afecten directa o indirectamente a los intereses estratégicos de las personas mayores. El empoderamiento auténtico ha de emerger desde abajo por propia iniciativa espontánea, en lugar del empoderamiento desde arriba que patrocinan y tutelan los poderes públicos.
El objetivo prioritario es magnificar la cuestión de la edad tratando de elevarla desde los últimos puestos de cola en que se halla relegada hasta el primer rango prioritario de la agenda pública, colocándola así en el centro de todos los debates, en el primer plano de la actualidad mediática y en la boca del escenario ciudadano. Hay que tratar de hacer del problema de los mayores el mayor problema social. Así de simple y así de claro, lo que no significa que sea fácil lograrlo.
Ante todo hay que luchar contra la vigente definición tecnocrática de la realidad anciana, que reduce la cuestión de la edad a un problema demográfico, económico y sanitario de envejecimiento poblacional, a partir del vigente estigma de la vejez peyorativamente descalificada como carga familiar y estatal. Esto equivale a la cosificación de los mayores, reducidos al papel de ancianos-objeto a los que se procesa como productos o mercancías que circulan por las cadenas burocráticas y técnico-sanitarias en tanto que unidades contables siempre apuntadas en la columna del debe en tanto que meros costes económicos y sociales. Pues bien, ¡digamos no! Los mayores no son cosas ni objetos pacientes sino personas y sujetos agentes, titulares de derechos. No constituyen un coste humano (familiar y estatal) a amortizar sino un capital humano a reinvertir y rentabilizar.
Para luchar contra esta injusticia hay que llevar a cabo una poderosa campaña de denuncia que haga blanco de todos sus ataques a la vigente discriminación de los mayores en razón de su edad. Hay que denunciar el edadismo o racismo de la edad: es injusto, es ilegal, es fascista, es inmoral. Y sin embargo persiste, pues continúa siendo omnipresente. Las leyes ordinarias garantizan la no discriminación en razón de la edad que es uno de nuestros principios constitucionales. Pero haberla, hayla, pues todos consentimos y toleramos la evidente discriminación de la edad que se produce ante nuestros ojos de forma explícita y manifiesta: despidos, jubilaciones, relegaciones, segregaciones, exclusiones, reclusiones; y ello en todos los ámbitos: laborales, profesionales, periodísticos, familiares, domésticos, sanitarios, residenciales, urbanísticos, culturales... Mucho se habla de otras exclusiones sociales que aparecen en primer plano, como sucede con la injusta discriminación de las mujeres o de los inmigrantes. Pero nadie habla de la exclusión y la discriminación de los mayores, y por tanto nadie la denuncia, por lo que permanece latente e invisible sin que nadie actúe de oficio para luchar contra ella. Por eso hace falta que de entre los propios mayores surja una vanguardia de profetas airados como Moisés o Bautista, que proclamen su denuncia profética exigiendo que se haga justicia poniendo fin a tanto escándalo.
En esta línea, un procedimiento para desarrollar la lucha contra la discriminación de la edad es exigir la imposición de un nuevo enfoque de edad en paralelo al ya vigente enfoque de género. Este último concepto (el de ‘enfoque de género’) designa el criterio transversal que hoy se exige a todas las políticas públicas para que sean sometidas a un especial control evaluador que certifique y garantice su pleno respeto al principio de igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, sin que haya margen para ninguna discriminación por razón de sexo. Este enfoque de género, ya aceptado por todos los organismo internacionales desde que se propuso en la Cumbre de Pekín, se ha convertido finalmente en una vinculante directiva europea, que acaba de entrar en vigor para la legislación española aunque todavía no se acaben de ver aplicados sus efectos prácticos. En cualquier caso, este ‘enfoque de género’ ya forma parte desde hace tiempo de los criterios políticamente correctos que obedece la opinión pública, como una autocensura que ya figura en los manuales de estilo de la prensa.
Pues bien, se trata de exigir que, además de este ‘enfoque de género’, también se imponga por doquier un nuevo ‘enfoque de edad’, que garantice tanto en la esfera pública como en la privada el más estricto cumplimiento de la igualdad de oportunidades entre todas las edades, sin resquicio alguno para que persista la todavía subyacente discriminación de la edad. Esto parece relativamente factible por procedimientos legales en las organizaciones formalizadas; así, por ejemplo, nada de despidos forzosos ni jubilaciones obligatorias, nada de presunciones de baja productividad atribuida a la edad, nada de expulsiones de los centros sanitarios de las enfermedades crónicas... Pero resulta mucho más difícil de lograr en los ámbitos informales, como el de la familia, el tejido asociativo, la sociabilidad o cualquier otro que incluya libertad de elección. ¿Cómo luchar contra ese racismo de la edad que hace preferir a los jóvenes relegando a los mayores...?
Como objetivo a largo plazo, hay que tratar de imponer a la prensa, y por tanto a la opinión pública, un criterio de corrección política (o autocensura) que excluya la discriminación edadista (o racista de edades) y adopte un ‘enfoque de edad’. Y en esta misma línea mimética respecto al modelo de género, también convendría adoptar otras retóricas reivindicadas por el movimiento feminista, con el que el de los mayores tiene tan clara afinidad electiva. Por ejemplo, reivindicando cuotas paritarias con distribución proporcional de puestos o cargos entre las diversas edades, para evitar así la discriminación en razón de la edad. O incluso demandando medidas de acción afirmativa o discriminación positiva, a fin de proteger a los mayores excluidos mediante alguna clase de sobre representación compensatoria.
Pero todas estas demandas u otras análogas sólo pueden ser entendidas como auxiliares y transitorias, pues el verdadero objetivo último no es tutelar y sobreproteger con condescendiente paternalismo a los mayores sino al revés: lograr un cambio de la opinión pública que permita valorar, respetar y admirar a los mayores por sí mismos, en lugar de contemplarlos como menores de edades necesitados de tutela. Ahora bien, esto no se podrá conseguir si los mayores no se hacen valer ante los demás, lo que exige como condición a priori que aprendan antes a respetarse a sí mismos en todo lo que valen. En suma, los mayores deben adquirir el propio orgullo suficiente para ser capaces de elevar su propia voz, haciéndose respetar por lo que son.
Elevar la propia voz con orgullo de sí equivale a la ‘salida del armario’ (outing) de los homosexuales: dejar de esconderse tras la máscara o el estigma de la vejez, armarse de valor, salir al exterior, bajar a la palestra, entrar en la arena, dar la cara ante los demás, tomar la palabra en público y decir a los cuatro vientos (con el riesgo de no ser escuchado): aquí estoy yo, esto es lo que soy.
Para que los mayores puedan elevar en común su propia voz colectiva, en demanda de dignidad y respeto público, deben proceder antes a la creación de nuevas identidades y narrativas vitales, capaces tanto de atribuir pleno sentido personal y humano a su propia edad como de merecer la atención del público circundante. Lo cual puede llevarse a cabo por diversos procedimientos, entre los que destacan los círculos de lectura, los foros de debate, las prácticas autobiográficas, los certámenes literarios, los happenings y performances, así como todas las más diversas estrategias de intervención mediática capaces de afectar a la opinión pública, según el emocionante ejemplo de la citada asociación para la recuperación de la memoria histórica.
Así, poco a poco se irá construyendo un nuevo lenguaje retórico, inherente al universo semántico de las personas mayores, y capaz por ejemplo de rehabilitar el uso de términos como ‘viejo’ y ‘vejez’. Pero esa creación de un discurso nuevo sólo será posible si son los propios mayores quienes recuperan su voz y la elevan en público, tomando la palabra ante los demás. Una tarea reservada a los profetas precursores, también pioneros en este nuevo uso de las viejas palabras.