Organización Mundial de la Salud
Por lo común, todos valoramos y respetamos a las personas
mayores que amamos o a las que conocemos bien. A pesar de ello, nuestras
actitudes hacia otros ancianos en la sociedad en general pueden ser diferentes.
En muchas sociedades tradicionales, las personas de edad
son respetadas como «nuestros mayores». Pero en otras, las mujeres y los
hombres de edad pueden ser menos respetadas. La marginación puede ser
estructural, por ejemplo mediante la imposición de edades obligatorias para la
jubilación, o informal, como cuando se considera que las personas mayores son
menos vigorosas y menos útiles a los ojos de un posible empleador.
Actitudes como estas son ejemplos del prejuicio por motivos
de edad, según el cual se crean estereotipos en torno a ciertas personas o
grupos a causa de su edad, o directamente se los discrimina. Al amparo de estos
prejuicios se llega a representar a las personas mayores como frágiles,
«anticuadas», incapacitadas para el trabajo, débiles, de reacciones lentas,
discapacitadas o de plano incapaces. Este prejuicio separa a la sociedad en
jóvenes y viejos.
A consecuencia de estos estereotipos, las personas mayores
pueden verse privadas de participar plenamente en actividades sociales,
políticas, económicas, culturales, espirituales, cívicas y de muchos otros
tipos. Los jóvenes pueden a veces influir en estas decisiones por las actitudes
que adoptan hacia las personas mayores o incluso erigiendo barreras a la
participación de estas.
Además, esos estereotipos pueden impedirnos hacer frente a
los problemas del envejecimiento de la población porque determinan que no
formulemos las preguntas exactas o que no encontremos soluciones imaginativas.
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