domingo, 6 de abril de 2014

Desarrollo personal



Desarrollo personal
Extracto de la ponencia de

Ramón Flecha García
en las I Jornadas de Hartu-emanak 4 al 6 de Noviembre de 2003
“Sensibilización para una acción social transformadora
de y con las personas mayores”
Qué sentido tienen las personas mayores dentro de la sociedad de la información y qué papel pueden desempeñar
…Volviendo al modelo de sociedad industrial, que está desapareciendo progresivamente, se consideraba que en esos mismos años en que parecía que se desarrollaba la inteligencia, entre los cero y los dieciocho o veinte años, también era cuando nos íbamos haciendo personas. A este proceso se le denominaba a veces socialización, entendiendo que, cuando una persona nace, la sociedad “gasta” unos dieciocho o veinte años en convertirla en persona adulta y que, una vez finalizado este proceso, las personas ya teníamos una vida estable en todos los sentidos. Es decir, que lo que se había logrado a los 25 años se conservaba intacto para siempre.
Tres cosas fundamentales eran las que se suponía que teníamos que lograr en esos primeros años de nuestras vidas. En primer lugar, un oficio, para el que las personas se formaban y preparaban en el propio puesto de trabajo, como aprendices, o mediante los estudios de formación profesional, o en la universidad. En segundo lugar, las personas teníamos que formar una familia. Nos echábamos novio o novia y, más o menos a los veintitrés o veinticinco años, nos casábamos y enseguida, al cabo de un año o dos, empezábamos a tener hijos e hijas. Ya teníamos un oficio para toda la vida y una familia para toda la vida. En tercer lugar, lo que debíamos conseguir era una cierta propiedad, preferentemente un piso o una casa, es decir, un sitio donde íbamos a vivir ya toda la vida. Detrás de estos tres requisitos que toda persona debía conseguir, se escondía una concepción de vida estable.
Como se consideraba que las personas, ya no mayores, sino adultas en general, no iban a cambiar gran cosa a lo largo de toda su vida, se extrapolaba esta concepción a todos los ámbitos. Así, como con la inteligencia, se consideraba que nuestro desarrollo personal tenía que llegar hasta ese y sólo hasta ese momento.
En la sociedad actual, la sociedad de la información, esta perspectiva ha dado un giro radical. Hoy tenemos una adultez activa. Es decir, que a lo largo de nuestra vida adulta experimentamos múltiples cambios y transformaciones. Lo del oficio para toda la vida es una realidad cada vez más infrecuente y la mayoría de personas se ven obligadas a cambiar de ocupación varias veces a lo largo de su vida. Además, los viejos oficios desaparecen y en su lugar emergen nuevas ocupaciones. El modelo de familia tradicional también se está poniendo hoy en crisis (Beck y Beck-Gernsheim, 2001). Muchas parejas hoy se separan, y luego se vuelven a juntar o muchas personas se vuelven a enamorar a los sesenta o setenta años. Lo mismo ocurre en el caso de la vivienda. Una persona puede pasar seis meses en Barcelona, 6 meses en Benidorm, etc. Cada vez es más inusual que una persona tenga un piso para vivir en él toda la vida.
A la luz de todos esos cambios, nos vemos obligados y obligadas a ir fomentando nuestro desarrollo personal a lo largo de todas nuestras vidas. Durante la sociedad industrial había un dicho: “quien no se enamora a los 20 años, es que no tiene corazón; y quien se enamora a los 60, es que no tiene cabeza”. Se consideraba entonces que enamorarse era algo que había que hacer antes de formar la familia, a los dieciocho o veinte años, para poder casarse a los veintitrés o veinticinco. En cambio, la sociedad se dirige en nuestros días hacia un camino totalmente opuesto.
Si nos fijamos en muchas de las que hoy son personas mayores, veremos que realizan actividades como ir a bailar o salir con los amigos, que en algunos casos se enamoran más perdidamente que antes o incluso que algunas se juntan o se casan. En definitiva, que desarrollan una vida social, afectiva y sentimental mucho más activa que personas de cuarenta años.
Se debe trabajar para que se reconozca la dignidad de estos cambios, hay que promover la aceptación social y la libertad individual para el desarrollo personal de las personas mayores. Desgraciadamente, algunas personas mayores que trabajaron mucho en su día para que sus hijos e hijas fueran a la universidad y que sufrieron cuando esos hijos e hijas dibujaron una trayectoria vital muy diferente a la que estas personas mayores hubieran deseado, se topan hoy con la intransigencia de estos hijos e hijas, hoy adultos y cabezas de familia, cuando, por ejemplo, les explican que se han vuelto a enamorar y que quieren vivir con otras personas. Es decir, que la generación que en su día no aceptó las normas de sus padres y madres, pretende hoy volver a imponerles esas normas. En este sentido, es importante luchar para que todas las personas mayores tengan la misma libertad individual que en su día disfrutaron las generaciones hoy adultas, ya que gracias a ella fueron capaces de promover y conseguir muchos cambios sociales en beneficio de todas las personas.

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