Desarrollo personal
Extracto de la ponencia de
Ramón Flecha García
en las I Jornadas de Hartu-emanak
4 al 6 de Noviembre de 2003
“Sensibilización para una acción social transformadora
de y con las personas mayores”
Qué
sentido tienen las personas mayores dentro de la sociedad de la información y qué papel pueden desempeñar
…Volviendo
al modelo de sociedad industrial, que está desapareciendo progresivamente, se
consideraba que en esos mismos años en que parecía que se desarrollaba la
inteligencia, entre los cero y los dieciocho o veinte años, también era cuando
nos íbamos haciendo personas. A este proceso se le denominaba a veces
socialización, entendiendo que, cuando una persona nace, la sociedad “gasta”
unos dieciocho o veinte años en convertirla en persona adulta y que, una vez
finalizado este proceso, las personas ya teníamos una vida estable en todos los
sentidos. Es decir, que lo que se había logrado a los 25 años se conservaba
intacto para siempre.
Tres cosas
fundamentales eran las que se suponía que teníamos que lograr en esos primeros
años de nuestras vidas. En primer lugar, un oficio, para el que las personas se
formaban y preparaban en el propio puesto de trabajo, como aprendices, o
mediante los estudios de formación profesional, o en la universidad. En
segundo lugar, las personas teníamos que formar una familia. Nos echábamos
novio o novia y, más o menos a los veintitrés o veinticinco años, nos casábamos
y enseguida, al cabo de un año o dos, empezábamos a tener hijos e hijas. Ya
teníamos un oficio para toda la vida y una familia para toda la vida. En tercer lugar, lo
que debíamos conseguir era una cierta propiedad, preferentemente un piso o una
casa, es decir, un sitio donde íbamos a vivir ya toda la vida. Detrás de estos
tres requisitos que toda persona debía conseguir, se escondía una concepción de
vida estable.
Como se
consideraba que las personas, ya no mayores, sino adultas en general, no iban a
cambiar gran cosa a lo largo de toda su vida, se extrapolaba esta concepción a
todos los ámbitos. Así, como con la inteligencia, se consideraba que nuestro
desarrollo personal tenía que llegar hasta ese y sólo hasta ese momento.
En la
sociedad actual, la sociedad de la información, esta perspectiva ha dado un
giro radical. Hoy tenemos una adultez activa. Es decir, que a lo largo de
nuestra vida adulta experimentamos múltiples cambios y transformaciones. Lo del
oficio para toda la vida es una realidad cada vez más infrecuente y la mayoría
de personas se ven obligadas a cambiar de ocupación varias veces a lo largo de
su vida. Además, los viejos oficios desaparecen y en su lugar emergen nuevas
ocupaciones. El modelo de familia tradicional también se está poniendo hoy en
crisis (Beck y Beck-Gernsheim, 2001). Muchas parejas hoy se separan, y luego se
vuelven a juntar o muchas personas se vuelven a enamorar a los sesenta o
setenta años. Lo mismo ocurre en el caso de la vivienda. Una
persona puede pasar seis meses en Barcelona, 6 meses en Benidorm, etc. Cada vez
es más inusual que una persona tenga un piso para vivir en él toda la vida.
A la luz
de todos esos cambios, nos vemos obligados y obligadas a ir fomentando nuestro
desarrollo personal a lo largo de todas nuestras vidas. Durante la sociedad
industrial había un dicho: “quien no se enamora a los 20 años, es que no tiene
corazón; y quien se enamora a los 60, es que no tiene cabeza”. Se consideraba
entonces que enamorarse era algo que había que hacer antes de formar la
familia, a los dieciocho o veinte años, para poder casarse a los veintitrés o
veinticinco. En cambio, la sociedad se dirige en nuestros días hacia un camino
totalmente opuesto.
Si nos
fijamos en muchas de las que hoy son personas mayores, veremos que realizan
actividades como ir a bailar o salir con los amigos, que en algunos casos se
enamoran más perdidamente que antes o incluso que algunas se juntan o se casan.
En definitiva, que desarrollan una vida social, afectiva y sentimental mucho
más activa que personas de cuarenta años.
Se debe
trabajar para que se reconozca la dignidad de estos cambios, hay que promover
la aceptación social y la libertad individual para el desarrollo personal de
las personas mayores. Desgraciadamente, algunas personas mayores que trabajaron
mucho en su día para que sus hijos e hijas fueran a la universidad y que sufrieron
cuando esos hijos e hijas dibujaron una trayectoria vital muy diferente a la
que estas personas mayores hubieran deseado, se topan hoy con la intransigencia
de estos hijos e hijas, hoy adultos y cabezas de familia, cuando, por ejemplo,
les explican que se han vuelto a enamorar y que quieren vivir con otras
personas. Es decir, que la generación que en su día no aceptó las normas de sus
padres y madres, pretende hoy volver a imponerles esas normas. En este sentido,
es importante luchar para que todas las personas mayores tengan la misma
libertad individual que en su día disfrutaron las generaciones hoy adultas, ya
que gracias a ella fueron capaces de promover y conseguir muchos cambios
sociales en beneficio de todas las personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario