por Dña. Sacramento Pinazo Hernandis
Profesora
de Psicología Social. Universidad de Valencia
En los últimos 10
años habitualmente realizo dos preguntas a mis estudiantes en la Universitat de
València. La primera es con qué frecuencia se relacionan con personas mayores
de 55 años en su vida cotidiana, a excepción de sus familiares. La respuesta
siempre ha sido la misma: “Nunca. Con nadie”. Cuando les he preguntado
por la satisfacción con la relación son sus abuelos, la respuestas siempre han
sido como éstas: “Mi abuelo/a es (ha sido) la figura más importante en mi
vida/ Él/ella me ha enseñado los valores que tengo/Tengo mucha confianza con
él/ella/Siempre cuento (contaba) con él/ella como mi confidente, mi asesor/a,
mi amigo/a”.
Mi conclusión es:
los jóvenes no se relacionan con las personas mayores habitualmente, pero
cuando tienen la oportunidad, están muy satisfechos con ello. Estas dos ideas
me llevaron a plantear la realización de proyectos intergeneracionales en las
aulas universitarias hace unos cuantos años. Bajo el nombre de “Diálogo
entre Generaciones” desde la Universitat de València hemos
llevado a cabo diversos proyectos con un mismo objetivo: poner en contacto a
personas de generaciones diferentes en una tarea común. Cuando dos generaciones
se relacionan, ambas ganan. La idea es lograr que las actitudes positivas
desarrolladas en una situación de contacto óptimo interpersonal se generalicen
más allá de la interacción dada en el aula, en un contexto que los psicólogos
llamaríamos “de laboratorio”.
Los efectos
positivos del contacto están mediados por cambios en las representaciones
cognitivas de los individuos sobre el endogrupo, el exogrupo y sus relaciones.
Un modelo de cambio que parte de esta hipótesis del contacto es el modelo de
la personalización. Se basa en el supuesto de que los efectos positivos del contacto están
mediados por un proceso de recategorización. Así, según este modelo,
una situación óptima de contacto activa cambios en la percepción de los
miembros de los grupos porque en esta situación se pone de relieve la
información personalizada sobre los otros independientemente de la categoría
social a la que pertenecen. Jóvenes y mayores se conocen más y mejor y dejan de
pensar en los otros (el exogrupo) como “todos iguales y respondiendo al
estereotipo”. El contacto reduce el antagonismo intergrupal ya que promueve la
interacción entre individuos únicos y no entre miembros de diferentes grupos de
pertenencia. Asimismo, se asume que a través del uso frecuente de información
personalizada, los participantes en la interacción aprenden a actuar y
reaccionar más como individuos y menos como miembros de grupo en diferentes
situaciones, lo que explica la generalización de los efectos positivos del
contacto. Para Pettigrew (1998), en la fase inicial, la situación de contacto
debe minimizar la relevancia de las adscripciones grupales “originales” de los
participantes de la interacción, proporcionando información personalizada, y
posibilitando la mezcla; esto permitiría el descubrimiento de similitudes,
estimulando la atracción interpersonal, el potencial de amistad y el vínculo.
Diferentes
proyectos intergeneracionales muestran los beneficios del contacto entre
generaciones. Siempre que esté planteado para buscar un acercamiento y un
conocimiento mutuo, siempre y cuando tenga presente beneficiar a ambos grupos,
unir generaciones será bueno para los participantes y para la comunidad en
general.
Nadie ama lo que no conoce, ni aprecia lo que no ha experimentado. Las relaciones intergeneracionales, cuando se producen, crean unos vinculos con resultados muy positivos para todas las generaciones. BERGARA
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