domingo, 4 de mayo de 2014

Cómo se vive la soledad en la vejez






Mª del Pilar Castro Blanco
X. Jornadas Hartu-Emanak
La autonomía personal y la dependencia
en el proceso del envejecimiento
Podemos sentir soledad independientemente de cuál sea nuestra edad, pero la vivencia de esta experiencia no es igual en todos los momentos de nuestra vida. En la medida en la que tenemos más años es más probable que:
·             Vivamos una soledad impuesta por las circunstancias, que una soledad elegida.
·             Nuestra soledad se deba a causas duraderas, que es difícil que cambien (fallecimiento de personas allegadas, problemas de salud, jubilación…).
·             Se vayan reduciendo nuestras relaciones de amistad, que son las más libres y recíprocas, hasta el punto de que nuestro entorno de relaciones pueda quedar reducido a algunos familiares y las personas que nos cuidan, lo que implica una pérdida no sólo cuantitativa sino también cualitativa de relaciones.
..… recordaremos que estos tres aspectos (soledad impuesta, soledad duradera y pérdida de cantidad y calidad de las relaciones) eran los más importantes para entender por qué nos sentimos solos en algunas circunstancias. Parece, por tanto, que a medida que envejecemos es más probable que los tres se den a la vez, produciendo un sentimiento de soledad más profundo que en etapas anteriores de la vida. Si además a ello sumamos la creencia, frecuente como hemos visto, de que no se puede hacer nada para evitar la soledad ya que nos viene dada con la edad, nos encontraremos con un sentimiento duradero.
¿Es la soledad un problema grave?
Aunque se reconoce que el sentimiento de soledad es una experiencia desagradable, que puede hacer que la persona se sienta triste, vacía, nerviosa, angustiada, no querida e incluso enfadada con quienes están cerca, con frecuencia se piensa que sus consecuencias no van más allá de su malestar. Ciertamente, a diferencia de otras experiencias, como la depresión, la soledad apenas produce síntomas que podamos observar desde fuera y que nos puedan hacer adivinar que la persona la siente. De hecho, no hay forma de saber que una persona se siente sola si ella misma no nos lo revela. Esta falta de síntomas externos hace que muchas personas piensen que no es un problema grave.
Sin embargo, numerosos estudios nos indican que el sentimiento de soledad mantenido en el tiempo puede ser perjudicial para nuestra salud, tanto física como mental (Heinrich y Gullone, 2006). Concretamente, se ha relacionado la soledad con un peor funcionamiento del sistema inmunitario (Kiecolt-Glaser et al., 1984; Pressman et al., 2005), mayor incidencia de problemas cardiacos (Whisman, 2010), tensión arterial más elevada (Hawkley et al. 2010), mayor uso de los servicios médicos (Cheng, 1992), peor calidad de sueño (Cacioppo, Hawkley, Berntson, et al., 2002; Pressman et al., 2005), mayor riesgo de depresión (Cacioppo et al., 2006; Heikkinen & Kauppinen, 2004), deterioro cognitivo (Wilson et al., 2007), problemas de alcoholismo (Akerlind & Hornquist, 1992), etc.
Estos datos deben servirnos para tomar conciencia de la relevancia que puede tener el sentimiento de soledad, no para alarmarnos, sino para valorar la importancia de su prevención y tratar de evitar que sea una experiencia que se mantenga en nuestra vida. No olvidemos que los estudios citados indican que las consecuencias negativas pueden aparecer sobre todo cuando la soledad nos “acompaña” durante mucho tiempo.
Para evitar la soledad
….el primer paso para aliviar nuestra soledad es no rendirse ante ella. Esto se traduce en que no esperemos que el problema se solucione por sí sólo, o que lo hagan los demás, sino que tomemos una actitud activa y de esfuerzo por buscar formas de aliviarlo.
Una vez hayamos asumido que parte de la solución está en nosotros mismos, será útil hacer todo lo posible por establecer nuevas relaciones y mejorar las que tengamos. En este sentido puede ayudarnos que recordemos que las relaciones son un círculo, de tal manera que en gran medida recibimos de los demás lo que les damos. Quien sonríe es más probable que reciba sonrisas; quien grita será contestado con gritos; quien escucha suele encontrar con más facilidad un hombro en el que llorar; quien llama a otras personas por su cumpleaños suele recibir más llamadas el día del suyo… Aún sabiendo que lo que damos y recibimos en las relaciones no es una cuestión matemática y que a veces no recibimos en la medida en la que damos, para aliviar la soledad puede ser útil guiarse de la premisa “dar a los demás lo que quiero recibir”.
También es importante que hagamos esfuerzos por ampliar y cultivar nuestros intereses, de tal manera que nuestra conversación resulte agradable y podamos participar en diferentes ámbitos y relaciones. Estar al día de distintos temas, tener varios puntos de vista sobre las cuestiones, interesarse y tratar de aprender más sobre lo que les gusta a otras personas… nos ayudará a resultar más interesantes, a tener relaciones más satisfactorias y a disfrutar más de la vida en general. Por el contrario, centrar nuestra atención únicamente en nuestros padecimientos y puntos de vista hará que nuestras relaciones se empobrezcan y no nos ayudará a salir de la soledad.
Cuando por las circunstancias que sean nos encontramos sin relaciones, sin personas con la que estar, puede ser conveniente hacer el esfuerzo de participar en actividades grupales. Cuando se comparte una actividad es mucho más fácil entablar conversaciones, inicialmente sobre ese interés compartido, que nos ayuden a acercarnos a otras personas y, quizás, a descubrir con el tiempo puntos de afinidad con algunas de ellas. Claro está que al esfuerzo de la participación en la actividad habrá que sumarle el de la disposición a abrirse y a aplicar las premisas de los párrafos anteriores.
Muchas personas han encontrado alivio a la soledad comprometiéndose en proyectos de ayuda a otras personas. Ésta es una manera de estar con otras que además, con frecuencia, ayuda a relativizar las propias dificultades, favorece el sentimiento de utilidad y suele procurar un importante grado de satisfacción.
Otro aspecto que puede ser necesario para aliviar nuestra soledad es solicitar ayuda. A veces, uno mismo no ve qué puede hacer para salir de su situación y necesita que alguien le indique el camino; en estas circunstancias, recurrir a un o una profesional de la psicología puede ser de gran apoyo. En otras ocasiones, nuestra soledad tiene mucho que ver con nuestras circunstancias de vida (enfermedad, barreras arquitectónicas que nos dificultan la salida al exterior…) y es importante que demos el paso de pedir ayuda. Por suerte, actualmente contamos con varias organizaciones de voluntariado dispuesto a acompañarnos especialmente en esos momentos, pero que no podrán adivinar nuestra necesidad si no la manifestamos.

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