por Ismael Arnaiz Markaida
Hartu-emanak
Algunos
aseguran que la vida es como un viaje en tren. Cuando nacemos nos subimos al
tren e iniciamos el viaje de nuestra vida muy bien acompañados. Están con
nosotros nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros abuelos. Durante el
“viaje”, se van incorporando otras personas: amigos, compañeros de colegio, de
trabajo. Algunos nos casamos y van llegando los hijos, luego los nietos.
Durante mucho tiempo, en el compartimento del tren en el que viajamos, siempre
hay gente. Gente que viaja a nuestro lado, con la que compartimos... la vida.
Pero
llegan momentos en los que algunos de nuestros compañeros de viaje se van
“apeando”. Terminan su viaje o aprovechan un “cambio de vía” para iniciar otro
trayecto. Nos vamos quedando solos. Nos llega la SOLEDAD. Una soledad
que puede ser deseada y bien gestionada, o que puede ser causa de tristeza, de
fragilidad social, de desarraigo y de marginación. Esta es una reflexión que
debemos hacer con seriedad y una situación que debemos prevenir con tiempo.
Siguiendo
con la semejanza de la vida con un viaje en tren, se podría decir que debemos
estar con la puerta de nuestro compartimento siempre abierta, permitiendo que
entren nuevos compañeros de viaje. Debemos estar abiertos a nuevas relaciones y
aceptar nuevos roles sociales que nos permitan seguir integrados con el resto
de viajeros, siendo plenamente conscientes de que siempre necesitamos algo de
los demás, y de que los demás también necesitan de nosotros. Y lo que es muy
importante.... ¡que somos capaces de dárselo!
En caso contrario, la pérdida, la ausencia
de las personas que nos venían acompañando a lo largo de la vida y el hecho de
no sentirnos útiles ayudando a otros, serán algunas de las principales causas
de que se apodere de nosotros un sentimiento de SOLEDAD, que, como decía antes,
nos puede llevar a la tristeza, la fragilidad social, el desarraigo y la
marginación, hasta el punto de que, según los expertos, la SOLEDAD es uno de
los principales problemas a los que nos enfrentamos las personas mayores.
Por eso, seguir cultivando relaciones de confianza con personas de la
misma edad, e incluso de otras generaciones más jóvenes, es un reto más
que debemos superar cuando llegamos “a ser mayores”, ya que las relaciones
interpersonales impulsan la participación social y son un aspecto clave para el
Envejecimiento Activo en sus dos dimensiones: Saludable para la persona que
envejece y Rentable para la Sociedad en la que se envejece.
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