por Ismael
Arnaiz Markaida
Hartu-emanak
A lo largo de la vida las personas vamos
adquiriendo conocimiento y experiencias, lo que constituye nuestro “capital
cultural”. En consecuencia, se puede afirmar que cuantos más años vivimos, más
conocimiento y experiencia acumulamos. O sea, nuestro “capital cultural” es
mayor, a medida que cumplimos años.
Por eso el hecho de que una Sociedad
consiga aumentar la esperanza de vida de sus ciudadanos y ciudadanas, debe ser considerado un logro social, ya que
ello permite, entre otras cosas, que el “capital cultural” de esa Sociedad
aumente.
Por otra parte, una sociedad más longeva
es, a la vez, una sociedad en la que las distintas generaciones tienen que
convivir un mayor número de años. Esta consideración abre la puerta a nuevas
formas de interacción entre las generaciones, a nivel familiar, comunitario y
de toda la sociedad.
Estas dos realidades: una alta esperanza
de vida como nunca ha existido y una coexistencia entre generaciones distintas,
se dan en nuestra Sociedad. La cuestión está en ¿cómo podemos aprovecharlas
para que, más allá de la simple yuxtaposición o coexistencia de las
generaciones, se consiga un intercambio y transmisión de conocimientos y
experiencias que sirvan para el enriquecimiento de todos?
Esta pregunta quedó contestada en la I Asamblea Mundial
sobre el Envejecimiento celebrada en Viena en 1982, al incluir entre sus
conclusiones lo siguiente: “Deben establecerse programas de
educación en los que las personas mayores sean los maestros y transmisores de
conocimientos, cultura y valores espirituales”.
Por tanto, las Personas Mayores tienen (tenemos) la obligación y la
responsabilidad de ser “transmisores vivos de la historia”. Esa historia
de la cual han (hemos) sido protagonistas. Esa historia que constituye, en
todas las sociedades, lo que podemos llamar el “legado de nuestros mayores”.
Al resto de la Sociedad (Instituciones, Centros de enseñanza,
Profesorado, etc.) le corresponde establecer los mecanismos que lo hagan
posible, desde el convencimiento de que las funciones educativas que el
colectivo de Personas Mayores pueden desempeñar en la sociedad, están aún por
re-descubrir
, y que las Personas
Mayores son un potente recurso para rescatar del olvido, o bien impedir que se
olvide, la historia de un pueblo: su lenguaje, los dichos populares, las
actividades laborales y económicas, las costumbres sociales, los regímenes
políticos vividos, los conflictos sufridos, es decir, todo aquello que
constituye la vida cotidiana de un
pueblo y sus gentes.
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