domingo, 9 de febrero de 2014

La Personas Mayores transmisores vivos de la historia



por Ismael Arnaiz Markaida
Hartu-emanak

A lo largo de la vida las personas vamos adquiriendo conocimiento y experiencias, lo que constituye nuestro “capital cultural”. En consecuencia, se puede afirmar que cuantos más años vivimos, más conocimiento y experiencia acumulamos. O sea, nuestro “capital cultural” es mayor, a medida que cumplimos años.
Por eso el hecho de que una Sociedad consiga aumentar la esperanza de vida de sus ciudadanos y ciudadanas, debe ser considerado un logro social, ya que ello permite, entre otras cosas, que el “capital cultural” de esa Sociedad aumente.
Por otra parte, una sociedad más longeva es, a la vez, una sociedad en la que las distintas generaciones tienen que convivir un mayor número de años. Esta consideración abre la puerta a nuevas formas de interacción entre las generaciones, a nivel familiar, comunitario y de toda la sociedad.
Estas dos realidades: una alta esperanza de vida como nunca ha existido y una coexistencia entre generaciones distintas, se dan en nuestra Sociedad. La cuestión está en ¿cómo podemos aprovecharlas para que, más allá de la simple yuxtaposición o coexistencia de las generaciones, se consiga un intercambio y transmisión de conocimientos y experiencias que sirvan para el enriquecimiento de todos?
Esta pregunta quedó contestada en la I Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento celebrada en Viena en 1982, al incluir entre sus conclusiones lo siguiente: Deben establecerse programas de educación en los que las personas mayores sean los maestros y transmisores de conocimientos, cultura y valores espirituales”.
Por tanto, las Personas Mayores tienen (tenemos) la obligación y la responsabilidad de ser “transmisores vivos de la historia”. Esa historia de la cual han (hemos) sido protagonistas. Esa historia que constituye, en todas las sociedades, lo que podemos llamar el “legado de nuestros mayores”.
Al resto de la Sociedad (Instituciones, Centros de enseñanza, Profesorado, etc.) le corresponde establecer los mecanismos que lo hagan posible, desde el  convencimiento de que las funciones educativas que el colectivo de Personas Mayores pueden desempeñar en la sociedad, están aún por re-descubrir
, y que las Personas Mayores son un potente recurso para rescatar del olvido, o bien impedir que se olvide, la historia de un pueblo: su lenguaje, los dichos populares, las actividades laborales y económicas, las costumbres sociales, los regímenes políticos vividos, los conflictos sufridos, es decir, todo aquello que constituye la vida cotidiana de un pueblo y sus gentes.

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