domingo, 15 de diciembre de 2013

Una necesaria aclaración conceptual




Dña. Sacramento Pinazo Hernandis
Mitos y realidades de las personas mayores
V jornadas Hartu-emanak
Noviembre 2005

Contrariamente al mito de que los mayores son personas enfermas y dependientes, la mayoría de las personas mayores tienen una vida independiente y autónoma. El prejuicio nos lleva a asociar vejez con enfermedad, pero aquellas personas que han llegado a viejas, son justamente aquellas que no han sufrido grandes enfermedades; en el caso español, aquellas que consiguieron superar las hambrunas, la Guerra Civil y la postguerra, el exilio, las enfermedades (la Gripe de 1918, que acabó con la vida de 190.000 españoles, por ejemplo), la mortalidad infantil...
Al contrario de lo que se supone “los estudios gerontológicos de la OMS y los que se han realizado en España indican que la mayor parte de las personas mayores desde la jubilación hasta los 70 años o más, no presenta diferencias sensibles en ninguno de los indicadores de salud con el grupo de personas ‘prejubiladas’ comprendidas entre los 50 y los 64 años. Los déficits en las habilidades funcionales, los achaques que limitan la autonomía de las personas, en la mayoría de los casos, comienzan a presentarse después de los 80 años.” (Fernández-Ballesteros, 1992).
Según el estudio 2072 realizado por el INSERSO/CIS (1993) es a partir de los 80 ó más años –y no a los 65 años- cuando aumenta la necesidad de ayuda para la realización de ciertas actividades. Por ejemplo, el 28.9% de los hombres -el 41.5% de las mujeres - mayores de 80 años necesitan ayuda para bañarse o ducharse; el 16.5% de los hombres -el 27.8% de las mujeres- necesitan ayuda para la realización de tareas domésticas; o el 12.9% de los hombres -el 19.3% de las mujeres-necesitan ayuda para levantarse o acostarse. El informe del IMSERSO (1995) señala una tasa de independencia de hasta el 80% de los adultos mayores de 65 años, no sólo en la realización de las actividades de la vida diaria sino también en la elección cada vez más frecuente de vivir solos en su propio domicilio. Además, el citado informe, indica que los españoles tenemos una imagen de las personas mayores que está asociada principalmente con la idea de ‘dependencia (61%), ‘deterioro físico’ (56%) y/o ‘deterioro cognitivo’ (31%). Otros datos similares aparecen en Fernández-Ballesteros (1992), en donde encontramos que es a partir de los 81 años cuando se encuentra el mayor porcentaje de necesitados de ayuda, que aún así puede suponer desde el 19% que necesita ayuda para comer ó 22.7% para ir al cuarto de baño, hasta el 65% que necesita ayuda para usar el transporte público ó 50% para andar o bañarse.
Las últimas investigaciones han concluido que mucho de lo que en otro tiempo se consideró parte del proceso de envejecimiento normal es el resultado de enfermedades y estilos de vida insanos; también han identificado muchos de los cambios que se producen en el cuerpo con el paso de los años. Cierto es que las personas conforme envejecen van sufriendo cambios o alteraciones a nivel orgánico (más posibilidad de sufrir patologías coronarias, disminución del tamaño de la masa muscular, atrofia de los tejidos periorbitarios), funcional (la digestión se hace más lenta, menor agudeza visual, se producen alteraciones auditivas, menor flujo sanguíneo) y psicológico (cambios en la inteligencia, en la memoria, en el aprendizaje). Pero muchos de esos cambios comienzan muy tempranamente: a los 30 comienza una disminución de masa renal que llega hasta el 30% al cumplir los 80 años; la pérdida de audición comienza normalmente en la treintena al perder flexibilidad los huesecillos del oído medio; los pulmones comienzan a perder elasticidad a los 20 años; las células óseas se dividen y mueren constantemente durante toda la vida, pero alrededor de los 35 años la pérdida se acelera y a la larga supera a la reposición; y la menopausia (40-45 años) intensifica la pérdida de calcio, tornando a los huesos porosos y quebradizos (lo que se conoce como osteoporosis). Entre los investigadores hay acuerdo en que debe distinguirse entre aquellos mayores de 65 años que se encuentran en la plenitud de sus capacidades físicas y mentales y aquellas personas mayores que acumulan diversas vulnerabilidades: soledad, pérdida de movilidad, enfermedades invalidantes.
Para una correcta definición habría que tener en cuenta diferentes aspectos: no es lo mismo Sentirse viejo (vejez física), que Estar viejo (vejez biológica), Ser considerado un viejo (vejez social), o Vivir como un viejo (vejez psicológica). Así, el concepto ‘vejez’ puede ser definido a nivel cronológico (la persona que ha cumplido los 65 años, el que ha entrado en la tercera edad), a nivel social (el jubilado del rol laboral) o a nivel funcional (la persona que ha tenido una disminución de las capacidades funcionales, lo que conlleva discapacidad y pérdida de la independencia).
Naturalmente, las personas mayores también difieren por edad. Entre ellas es posible distinguir entre los mayores jóvenes, esto es, los nuevos jubilados o prejubilados; la verdadera vejez, aquellos que han pasado los 80 años; y los centenarios, que en España han llegado ya a ser cerca de 5000 personas, y hasta los super-centenarios, los que superan los 110 años.
Otros, hablan de tercera edad, cuarta edad y quinta edad, haciendo referencia a la fragilidad. Cuando hacemos la distinción entre tercera, cuarta y quinta edad, no debemos aludir a un concepto cronológico sino más bien a una división entre aquellos mayores con buena salud y aquellos otros con declive funcional y grados de dependencia. Haciendo referencia a esta distinción entre envejecimiento (vulnerabilidad) y enfermedad (presencia de patologías), Birren y Cunningham (1985) contemplan tres tipos de envejecimiento: envejecimiento primario (libre de enfermedades); envejecimiento secundario (en el que se hacen presentes algunas enfermedades, cardiovasculares, por ejemplo); y envejecimiento terciario (asociado al deterioro y a la aceleración del declive). Por su parte, Rowe y Kahn (1997) hablan de envejecimiento patológico y envejecimiento normal o no patológico; distinguiendo a su vez, en el envejecimiento no patológico, entre envejecimiento usual (no hay enfermedad pero sí un mayor riesgo de padecerla) y envejecimiento con éxito (ca                                                           racterizado por la poca probabilidad de padecer enfermedades, altos niveles de funcionamiento físico y cognitivo y la implicación activa en la vida).

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