by Poncio Pilato
Mañana es la
celebración de los Reyes Magos. No sabemos cuántos eran. El evangelio de Mateo
(el único evangelista que los menciona en su capítulo 2) solo dice: “…llegaron del Oriente a Jerusalén unos
magos diciendo: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?». Porque hemos visto su estrella en el oriente
y hemos venido para adorarle.”
Por la
descripción de Mateo hay que considerar a los magos en el sentido que tenia la palabra en tiempos de Jesus. Y ese
sentido lo sabemos por la obra de Filón
de Alejandría, filósofo judío contemporáneo de Jesús. Serían hombres
respetables, puede que sacerdotes del zoroastrismo (o no) la religión de Persia
(actual Irán), hombres religiosos y científicos que se dedicaban a estudiar la astronomía
y su repercusión en la vida de los hombres, la astrología en el buen sentido. Sabios que se dedicaban a la
ciencia de los astros. No queda claro, si pertenecían también a la
clase sacerdotal o no de la religión zoroástrica. En el
Evangelio de Mateo representan a los paganos cultos, y con ello indica el
evangelista que lo mejor de la ciencia y la religiosidad del paganismo lleva
hacia Jesús.
Mateo añade
más adelante (2-11): “…vieron al niño con
María su madre, y postrándose le adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le
ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra”
Parece ser
que por el hecho de traer tres dones, se dio por sentado que eran tres los
personajes que los traían. Como antecedente se puede citar que Seleuco I
Nicátor ofrendó oro, incienso y mirra a Apolo en su santuario de Dídima, en el 288
a. C (Carta de Seleuco conocida como “Inscripción
OGIS 214” recogida en Bernard Haussollier y Emmanuel Pontremoli: Didymes, Fouilles
de 1895 à 1896, ed. Ernest Leroux, París, 1904).
Posteriormente se les da nombre. La primera vez que
surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San
Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con
mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes.
Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa,
tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en
las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su
rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de
derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar...
Inicialmente representan las edades del hombre. Melchor un anciano de cabello blanco y larga barba,
Gaspar la edad media y Baltasar la juventud: joven, imberbe y rubicundo..,.
Desde la Baja Edad Media, las representaciones
iconográficas de Baltasar lo representan como una persona de raza negra, quizás
por cierto afán cosmopolita del cristianismo de la época1 y
representar la adoración de los "Reyes" de "todos los
continentes" a Jesús.
De principios del siglo XVI se conserva al menos una
representación de Baltasar como indígena
americano, en una pintura portuguesa.
Tradicionalmente. Baltasar es el portador de la mirra como
regalo para Jesús niño. La
mirra se utilizaba en los entierros, para perfumar a los muertos. Es una
resina que se obtiene de los arbustos del género Commifora, y tiene efectos analgésicos parecidos
a los de la morfina. En el evangelio de Marcos
aparece, mezclada con vino, cuando le fue ofrecida a Jesús torturado antes de
ser crucificado; dice el texto que él rechazó tal bebida. No entendemos por qué
este rey pudo ofrecer a un niño esta substancia.
Hoy en día el
papel de los tres reyes debe ser diferente. Gaspar es una mujer. Porque
lógicamente este grupo de adoradores de Jesús también representa a la mujer. I
debe ser conocida por su nombre: Gaspara. No, no me acabo de inventar el nombre.
Este nombre se existido siempre. Por ejemplo Gaspara Stampa, poetisa italiana
del siglo XVI (Padua, 1523-Venecia, 1554).
Melchor es el
rey negro (de color de piel negro). No es correcto poner al negro de sirviente
de los otros en la cola de la hilera, además va a la cabeza porque es el que
mejor conoce el camino. Y finalmente Baltasar que representa la ancianidad y el
fin de l vida.
¡Cuántas más
cosas podría yo contar yo de ellos! No llegué a conocerlos, pero Herodes cenó
con ellos en su castillo cuando llegaron, ya que debían de andar un poco
despistados y fueron a casa de Herodes a preguntar. No tuve mucha relación con
Herodes por nuestra diferencia de edades, pero por razón del cargo sí que nos relacionamos
y era entonces cuando Herodes me contó muchos detalles que aún no he olvidado.
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