martes, 13 de junio de 2017

Mayores y menores




Tico Medina
Esta es una crónica a dos bandas. Eso sí, banda de música y banda de triunfo, nada de las otras bandas, que ya nos sobran, y además, que en cuanto pueden nos fastidian, que las crónicas de sucesos están llenas de gentes que asaltan a los mayores en los parques, en las cuatro esquinas, en los vacíos, para tirarnos de la cartera o robarnos las pertenencias, en un tiempo en el que no estamos para sustos, dadas nuestras edades. Y les digo que es a dos bandas porque hoy toca dar un abanico de nombres con noticia: José Luis Sampedro, excelente novelista y mi profesor hace ya tantos años, dice que, a los 91, "veo las cosas con más transparencia y con más claridad y lucidez que nunca". Y es que la edad es un primor. Miren, que don Manuel Fernández Álvarez, a sus 86, escribe bestseller, desde el rigor de la historia. O lo que dice nuestra Concha Velasco, cuando afirma que "lo importante es no mirar atrás". Claro, como la Preysler, por la que no pasa el tiempo, quien confirma: "A mí no me da tiempo a envejecer".
Este año se lleva mucho el abanico, incluido entre los caballeros de nuestros años, portándolo en el bolsillo superior de la camisa, chaqueta fina o guayabera —tengo tanto que contarles que a veces se me va el santo al cielo—. A lo que voy: acaba de nacer una especie única, inimitable, que se llama la abuela del artista, que hasta hace poco había un personaje excepcional, que valía por diez, n i qué decir que mucho más que el representante de la estrella, que era la mamá del artista.
Era la verdadera, amorosa y furiosa defensora de las cualidades de la estrellita que deseaba brillar en el cielo de la fama, ya fuera cantando, bailando, y junto a ella, uno, el reportero de guardia tenía que vérselas siempre con aquella guardiana. Tenía más razón, y más sin razón que ningún otro representante. Era la mamá del artista. Más les digo: se hicieron coplas sobre el tema, películas y obras de teatro, y en todas brillaba aquella protectora, defensora y empujadora, además de la niña que hacía algún primor de cara a su futuro. De un tiempo a esta parte observo, incluso, en mis propias carnes, en mis propios programas de radio y televisión del sur por donde ando, que la madre del artista ha sido sustituida, con eficacia, con fuerza, con argumentos, por la abuela del artista, que no necesita mayor definición, ya que es la madre de la madre, puesto que generalmente esta última está trabajando, y es la abuela la que se dedica a ser representante de la estrellita que acaba de aparecer, dispuesta a ser la más grande en lo suyo.
Tienen fuerza las abuelas, más que las propias madres, porque saben mucho más que sus hijas de sus nietas, ya que con ellas viven, conviven y, a veces, las fuertes abuelas, más que nada, sobreviven. Son las madreabuelas, que están teniendo tanto que decir en el mundo que vivimos, de las operaciones triunfos, los certámenes Fama, les permite aparecer en escena con el cuchillo entre los dientes, las mayores junto a sus menores. ¡Qué sería de los menores sin los mayores!, ¡pero que sería de nosotros, los mayores, sin nuestros nietos, los menores...!

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