Un hombre mayor, morador de la Sierra de
Atapuerca que vivió hace más de medio millón de años, que caminaba encorvado
por una deformidad lumbar y con lesiones que le impedían moverse con agilidad y
cazar, tenía todas las papeletas para morir. Pero aún así logró sobrevivir en
un mundo hostil para él gracias al altruismo de sus congéneres.
Los
científicos hablan de un posible comportamiento solidario y complejo de
aquellos individuos preneanderthales. En la atención y cuidado de los mayores
que la sociedad ha prestado a lo largo de la historia, mucho tiene que ver el
papel que estos han desempeñado. Si es por esto, no es de extrañar que Elvis,
así han bautizado al dueño de la cadera analizada por los científicos de
Atapuerca, recibiera tantas atenciones, ya que entre los prehistóricos
alcanzar edades avanzadas significaba un privilegio, una recompensa que los
dioses otorgaban a los justos. Su longevidad era motivo de orgullo para el
clan, ya que eran los depositarios del saber, la memoria que los contactaba con
los antepasados. No es de extrañar que los brujos y chamanes fuesen hombres mayores.
Ejercían también como sanadores, jueces y educadores.
Los
egipcios, consideraban una faena hacerse mayor. El visir del faraón Tzezi
escribió hacia el año 2.450 antes de J.C: “¡Qué
penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye,
sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa… La
vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre”.
Opinión
que compartían en Grecia, cuna de la civilización occidental, para esos griegos
adoradores de la belleza, la vejez, con el implícito deterioro físico,
significaba una ofensa al espíritu, motivo de mofa en sus comedias. Aún así, los
griegos crearon instituciones de caridad para el cuidado de los ancianos
necesitados. Vitruvio relata sobre “la casa de Creso, destinada por los
sardianos a los habitantes de la ciudad que, por su edad avanzada, han
adquirido el privilegio de vivir en paz en una comunidad de ancianos a los que
llaman Gerusía”.
El
Derecho romano tipificaba la figura jurídica del `pater familias´ que concedía
a los ancianos un poder casi tiránico. El `pater familias´ era vitalicio y su autoridad
ilimitada, podía disponer hasta de la vida de un integrante de su familia,
situación que durará hasta el siglo I antes de nuestra era, con la llegada de
Augusto al poder, que supuso el declive del poder del Senado y los ancianos.
Estos caen en desgracia y sufren los rigores de la vejez, pero nunca se les
segregó por razones de edad, los romanos criticaban a los individuos, no
así a un período de la vida.
Durante la Alta Edad Media,
del siglo V al X, prima la ley del más fuerte, entre los que evidentemente no
estaban los ancianos. Los pobres, jóvenes o viejos sufren en todos los tiempos.
Para los ricos a partir del siglo VI surge la preocupación de un retiro
tranquilo y seguro para ganarse la salvación eterna, y la mejor solución para
eso es cobijarse en un monasterio. Una costumbre que en el siglo VII empieza a
ser reglamentada en los monasterios que con este sistema obtienen un buen
beneficio económico.
Los siglos
XI al XIII hubo un florecimiento económico y estabilidad social. Los ancianos
tuvieron una nueva oportunidad en el mundo de los negocios, limitada sólo por
su capacidad física, no por su edad.
De 1348
hasta 1450 se inició un siglo de epidemias (primero la peste negra y después la
viruela) que asoló Europa, cebándose principalmente entre la población infantil
y juvenil lo que produjo un fuerte incremento de ancianos. Curiosamente gracias
a la peste este colectivo recobró su status social, político y económico. Hasta
que llegaron los humanistas, y el gusto por la Grecia Antigua y
todo lo que significaba, el culto a la belleza, la juventud y la perfección. Estamos
en el siglo XV, comienza el Renacimiento, y con él uno de los peores tiempos
para los más mayores, especialmente para las mujeres.
Con la
llegada del mundo moderno el Estado es impersonal, reglamentado y el poder se
hace representativo por delegación del pueblo. Aparece el concepto de jubilación, ya se conocen
pensiones en los Países Bajos a los funcionarios públicos en 1844.
Este nuevo
siglo XXI no es un ámbito favorable a los ancianos, a pesar de contar con las
mayores prestaciones sociales de la historia, su papel en la sociedad se ha
visto postergado a meros consumidores. El diseño de las ciudades actuales,
de espacios habitables reducidos, familias nucleares de nexos flojos, dejan en
desamparo a los más mayores que viven en soledad. En los países de la Comunidad Europea
los mayores que viven solos superan el 30% y esto va a más. Los mayores ahora
más que nunca pueden decidir el papel que quieren desempeñar en la sociedad.
¿queremos ser chamanes? ¿pater familias? ¿retirarnos a un monasterio?
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