Colaboración
La jubilación se entendía en la antigüedad como el
reconocimiento y la gratitud por una larga vida de servicios prestados. Se creía
que la entrega a una dedicación, a un servicio, era merecedora de un descanso cómodo.
Entonces, en la antigua Roma, la palabra de los ancianos jubilados era escuchada
con respeto y se valoraba su experiencia como fuente de sabiduría. Hoy el
concepto tiene otras acepciones. Mantiene la primigenia pero se le han añadido otros
significados, algunos coloquiales e incluso despectivos. Se jubila antes de tiempo
a quien se cree que ya no sirve o a quien estorba a los planes de la empresa. Se
jubila antes de tiempo para abaratar costes, contratando personas que
sustituyan a quienes llevan mucho tiempo y ganan
un salario más elevado.
Estamos viendo cómo grandes compañías, incluso
empresas públicas, en la vorágine de una desindustrializacion feroz, adelgazan
sus nóminas mandado a casa a profesionales todavía jóvenes sin tener en cuenta
su experiencia y sin considerar el valor del trabajo que realizan. En esos
horizontes, cumplir 50 años es casi un certificado de que jamás se volverá a
disfrutar de un contrato. Se produce la paradoja de que aumenta la vida, la
vida útil, y sin embargo, la tendencia es acortar la vida laboral. Se dispone
de salud y de capacidad durante más tiempo, gracias a los avances de la ciencia
y, sin embargo, se desprecia esa capacidad y se aparta del mercado de trabajo a
personas competentes sólo porque llevan más tiempo en las empresas o
sencillamente por su edad. Quien no esté cerca de estos sucesos podría pensar
en la ventaja de pasar a una situación pasiva compensado con una pensión antes
de lo que la ley y la lógica imponen como razonable. Pero en muchos casos, una
prejubilación o jubilación anticipada es un desplazamiento prematuro en el
viaje de la vida en donde los hábitos y las costumbres, los proyectos, los sueños
y las ambiciones no se han terminado de realizar. Se le da descanso a quien muchas
veces no lo quiere y no por ayudarle sino por quitarle de en medio. Además del
perjuicio que pueda causar individualmente, la jubilación anticipada es un
despilfarro de la experiencia acumulada.
Considerar la juventud como un valor en sí mismo es
una estupidez. La responsabilidad social de la empresa es un compromiso de capa
caída arrastrado por los criterios puramente utilitaristas en los que se desprecia
la calidad y se busca el abaratamiento de los costes. La pretensión de que la
empresa es un lugar de encuentro entre la propiedad del capital y los
trabajadores no se sostiene en quienes por criterio de economía de costos
desprecian la dedicación. Al contrario de la Roma antigua, donde jubilar era
reconocer, se impone en esta sociedad globalizada que jubilar es apartar.
Renovación es una palabra ahora consagrada hasta en la Política. La tendencia
es renovar por renovar, no en función de abrir paso a quienes se considera que
pueden ser los mejores pero conservando a quienes ya lo han demostrado. Es
también una trampa para los más jóvenes porque las pretendidas facilidades de promoción
son sólo los primeros peldaños para quitarlos de en medio cuando haya otros más
baratos.
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