Por Francisco Mora
Universidad de Iowa.
Catedrático de Fisiología Humana,
Universidad Complutense de Madrid y
catedrático adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica
El otro día, paseando por el centro de Madrid con un amigo,
me crucé con un hombre que por su acento, como pude comprobar después, debía
ser norteamericano. Llevaba una camiseta de verano en la que se podía leer,
tanto en el pecho como en la espalda, Old is not dead (ser viejo no
significa estar muerto). Aparentaba una edad que debía rondar los setenta y
pocos años. Al pasar junto a él, no pude evitar decirle espontáneamente
"good for you!" ("¡me alegro por ti!"). Levantó la cabeza
y, mirándome a la cara, me contestó "and also for you!" ("¡y
también por ti!"). Luego mi amigo y yo tomamos un taxi y comentamos la anécdota. Tras
dejar a mi amigo en su casa y llegar a la mía, y mientras pagaba al taxista
(que también debía rondar los 60 años), éste me dijo de pronto: "¡La
verdad es que tiene enjundia el letrero de la camiseta que ustedes estaban
comentando! ¡Y me ha hecho pensar, y más en los tiempos que corren en este país
de viejos en qué nos estamos convirtiendo!".
Y efectivamente, sin entrar en números, las predicciones
estadísticas para el año 2050 de mayores de 65 años en España se han estimado
en alrededor del 30% de la población, cifra sin duda muy importante. Y todavía
más si consideramos que la población de mayores de 60 años se ha estimado que podría alcanzar el 40% para ese mismo año
2050.
Esto viene en relación con la anécdota de la camiseta por
el hecho de que una parte importante de esa población estará formada, sin duda,
por personas intelectual y físicamente muy activas pero que, sin embargo,
entrarán en el mundo de los "pasivos", los jubilados, de quienes ya
tienen poco que hacer o decir en este mundo de los jóvenes. Y es que la
jubilación tal cual está entendida hoy es un proceso brusco que rompe, de pronto,
el molde dentro del cual la gente ha desarrollado su vida. Es decir, un mundo
en el que los que han sido hasta entonces los compañeros de trabajo, pero más
jóvenes, ya te ubican a todos los efectos fuera de las transacciones, no solo
profesionales, eso es obvio, sino humanas, y con ello viene un alejamiento de
lo que venía siendo cotidiano, pensamientos, sentimientos e ideas que, sin
mayor valor o trascendencia, llenaban el sentido incluso inconsciente de la
vida.
Y es que para muchos, sobre todo las personas que han sido
muy activas y están muy inmersas y enamoradas de su trabajo, que se encuentran
física y mentalmente bien y pletóricos de salud, proyectos y futuro, la
jubilación no es un "júbilo", una "alegría", sino una
tristeza, una cierta muerte anticipada. Y esto me lleva a pensar en la pérdida
de experiencia y talento que todavía podría ser aprovechado en una sociedad que
envejece. Esta consideración se potencia, además, ahora que sabemos que
muchísimas personas que comienzan ese camino social de los 60-65 tienen todavía
un largo trecho posible por recorrer, en una sociedad que tiende a cambiar la
concepción del "viejo" basándose en conocimientos científicos
actuales, médicos, psicológicos y sociales. Hoy ya, ahora mismo, por ejemplo, tenemos
conocimientos fiables que nos permiten adelantar una vida de los 75 a los 90 años que
bien pudiera ser activa y saludable.
Estamos entrando en un mundo social nuevo en el que comenzamos a descubrir las posibilidades de hacer a la gente
mas sana y longeva, ralentizando y retrasando el proceso deletéreo del
envejecimiento, particularmente el del cerebro. Y no hace falta ya rebuscar
solo en los genes, sino en la revisión e implantación de nuevos estilos de vida que
son los que claramente promueven la longevidad "real".
Y no hay alternativa. Se acerca un cambio de cultura
importante, al menos en el mundo occidental, en el que se comienza a contemplar
la necesidad de contar con los viejos para seguir adelante como sociedad activa
y productiva. Por supuesto que no estoy queriendo insinuar que los mayores
vuelvan a formar parte de la población activa compitiendo con los jóvenes, lo
que en casos excepcionales no sería nada descartable. Y me remito aquí a
ejemplos actuales como la
señora Carmena, magistrada jubilada y ahora alcaldesa de
Madrid, o nuestro actual representante en el mundo, el ministro Margallo. O, si
se quiere, el reinicio de la carrera política de la señora Clinton,
esperando ser "árbitra del mundo" a los casi 70 años de edad. Si
embargo, sí creo que la sociedad debe apoyar que los mayores ocupen puestos y
labores desde los que contribuir activamente a mantener esa misma sociedad, y
ellos mismos mantener una actividad que potencie sus capacidades físicas y
mentales. Con el añadido del inmenso ahorro económico que significa para la
sanidad pública.
La sociedad actual debe cambiar y puede hacerlo. El mundo,
por mucho que nos empeñemos, no será ya más un mundo solo de jóvenes, sino de
jóvenes y viejos activos y capaces. La sociedad, la occidental en particular,
se dará cuenta antes pronto que tarde, que debe construir vías profesionales
paralelas que permitan ser continuadas por los mayores con una contribución
activa, sin entorpecer la creatividad, la fuerza, la energía, la emoción de los
jóvenes, que es lo que mueve el mundo hacia adelante. Hoy la sociedad, tal cual
está estructurada, no lo permite. Y eso, a la luz de lo que se avecina,
forzosamente cambiará. Y esto nos empuja ya, ahora mismo, a darnos cuenta, a
ser verdaderamente conscientes, de que old is not dead. Y algo más:
este cambio, si se quiere que de verdad ocurra, debe ser promovido por los
propios "viejos", dando expresión de esa salud mental de la que
hablo. Son ellos lo que deben impulsar activamente este proceso, creando una
fuerza social que lleve al reconocimiento de esa realidad. ¿Un nuevo partido
político? Yo ya adelanto mi intención de voto positivo.
EL HUFFINGTON POST
Publicado el 20 de
junio de 2015
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